Una decisión histórica

En 2017, El Salvador hizo historia al convertirse en el primer país del mundo en renunciar a sus recursos mineros. La ley, apoyada por el 70% de la población, prohibía lisa y llanamente toda actividad minera, tanto subterránea como a cielo abierto, en el país. La razón: la fuerte contaminación del suelo y los cursos de agua, y la importante deforestación asociada.

Esta decisión, aplaudida en todo el mundo, fue tanto más útil para el medio ambiente cuanto que no sólo beneficiaba a El Salvador, sino a toda la región. En los años siguientes, otros países, como Honduras, también restringieron la minería.

Sin embargo, la reelección en febrero de 2024 de Nayib Bukele, el autoproclamado "dictador más chulo del mundo", ha hecho temer a los grupos ecologistas que se derogue la ley. Durante su anterior mandato, el Presidente no había ocultado su aversión a esta ley promulgada por el gobierno anterior, proponiendo la creación de una Dirección de Hidrocarburos y Minas y asignándole un presupuesto de varios millones de dólares. Continuación..

Una grave crisis del agua

Según Naciones Unidas, El Salvador es el país centroamericano con menos agua dulce disponible per cápita. Se calcula que el 90% de los cursos de agua están contaminados, por lo que el agua no es apta para el consumo humano. Según el Programa Conjunto de Monitoreo de la OMS y UNICEF, el 5,8% de los salvadoreños consume agua superficial, es decir, agua de ríos, lagos o aguas estancadas.

Fueron estos alarmantes resultados los que llevaron a prohibir en 2017 el lavado de oro, que es uno de los principales contaminantes de los ríos. Las sequías relacionadas con el calentamiento global están agravando el problema, ya que las precipitaciones se están volviendo insuficientes para reponer las reservas de agua subterránea. El Salvador forma parte del corredor de la sequía, una zona que se extiende desde Guatemala hasta Honduras, muy afectada por el cambio climático y las repetidas sequías.

Aunque Centroamérica siempre ha estado expuesta a fenómenos climáticos originados en los océanos, los huracanes, tormentas e inundaciones son cada año más frecuentes e intensos. La temporada de huracanes del Atlántico Norte de 2020 fue la mayor registrada, con 30 huracanes. El récord anterior se había establecido sólo 15 años antes, en 2005, lo que ilustra la aceleración del fenómeno, ya que antes se habían necesitado 72 años para batir el récord de 1933.

Deforestación

Desde 2001, El Salvador ha perdido casi el 10% de sus bosques. Este aumento de la deforestación también está contribuyendo activamente a la crisis del agua, ya que impide que el suelo absorba el agua adecuadamente y llene los acuíferos, además de alterar las precipitaciones.

En su momento, El Salvador fue objeto de una importante iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. El programa pretende reintroducir especies arbóreas autóctonas distribuyéndolas entre las familias participantes, con el fin de mejorar las precipitaciones y regenerar el suelo. También se pretende formar a los agricultores en agroforestería: bosques plantados con cultivos, para conciliar agricultura y reforestación.

Otros proyectos están cosechando verdaderos éxitos, como la restauración de los manglares de Barra de Santiago, en el oeste del país. Este manglar, que protege el litoral de los fenómenos meteorológicos extremos, se ha visto dañado durante mucho tiempo por la contaminación, el aumento de la temperatura del agua y la urbanización. En la última década, varias asociaciones locales se han hecho cargo del problema y están restaurando poco a poco este frágil ecosistema.

Parques nacionales

El Salvador alberga cinco parques nacionales. Entre ellos, el Parque Nacional Imposible debe su misterioso nombre a la dificultad que su peligroso terreno confería antaño a los arrieros que intentaban cruzarlo para transportar café. Se considera que posee la biodiversidad más rica del país, y muchas especies encuentran cobijo en su espeso dosel, como el oncilla(Leopardus tigrinus), un felino poco conocido estrechamente emparentado con el ocelote.

El Parque Nacional Montecristo es la otra joya del país. Aunque sólo ocupa una superficie limitada de 20 km2, su importancia ecológica es mucho mayor, ya que se extiende a caballo entre las fronteras de Honduras y Guatemala, cada una de las cuales amplía esta zona protegida trinacional. En el lado salvadoreño, este soberbio parque alberga tres picos que alcanzan alturas superiores a los 2.000 m, y esta amplia gama de altitudes le confiere una rica biodiversidad.