San Romero de América
Óscar Arnulfo Romero y Galdámez fue arzobispo católico de San Salvador. Fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por haber defendido los derechos humanos, en particular los de los campesinos y los pobres de su diócesis y de su país. Considerado patrón oficioso de América y de San Salvador, fue beatificado en 2015 por el Papa Francisco.
Educado en Roma, comenzó su carrera eclesiástica como párroco con gran actividad pastoral, aunque se opuso a las nuevas disposiciones del Concilio Vaticano II. En 1970 fue nombrado obispo auxiliar de El Salvador y, en 1974, obispo de Santiago de María. Fue aquí donde tomó conciencia por primera vez de la difícil situación política de su país, donde el ejército llevaba décadas en el poder. Nada más ser nombrado Arzobispo de El Salvador, en 1977, denunció los crímenes y torturas infligidos a diario por los "escuadrones de la muerte" y el ejército salvadoreño, así como la violencia de militares y revolucionarios, incluido el asesinato de sacerdotes. Estos discursos le dieron un gran prestigio internacional.
El 23 de marzo de 1980, Domingo de Ramos, Monseñor Romero pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al ejército y a la policía: "Un soldado no está obligado a obedecer una orden que va contra la ley de Dios (...) Es hora de obedecer a vuestra conciencia (...)" Al día siguiente, hacia las 18h30, mientras celebraba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, fue asesinado a tiros por un francotirador. No hubo detenciones y los autores siguen impunes a día de hoy.
En 2015, Óscar Romero fue beatificado por la Iglesia católica; las ceremonias de beatificación reunieron a más de 250.000 fieles en la plaza Salvador del Mundo de la capital salvadoreña. Tres años después, el 14 de octubre de 2018, el papa Francisco ofició la ceremonia de canonización en Roma. La fiesta de San Romero de América se celebra el 24 de marzo. También es honrado por la Iglesia Anglicana. Una estatua suya se alza sobre la puerta oeste de la Abadía de Westminster, en Inglaterra.
Además del orgullo de los salvadoreños, también hay un sentimiento de justicia entre miles de pobres y campesinos que crecieron escuchándole en la radio de transistores en los turbulentos años previos al estallido de la guerra civil (1980-1992).
Más allá de los católicos salvadoreños, es estimado y venerado en toda América Latina porque abrazó la causa del pueblo.
Creencias y supersticiones
Los rituales y ceremonias de origen precolombino siguen teniendo un impacto significativo en la sociedad salvadoreña. A menudo son una forma de encontrar consuelo y esperanza en momentos difíciles, como la pérdida de un ser querido o un desastre natural. En el oeste del país, por ejemplo, los rituales de la lluvia son comunes debido a la importancia de la agricultura en esta región.
El Salvador es un país rico en cultura y tradiciones, pero los abuelos tienen creencias o costumbres que pueden parecer extrañas. Por ejemplo, existe una creencia salvadoreña muy antigua según la cual si alguien te barre y te pasa la escoba por encima, nadie te pedirá nunca que te cases con él. Los recién nacidos deben llevar un hilo rojo en la frente para protegerse de los malos espíritus, las enfermedades y las malas vibraciones. Hay que poner una cruz decorada con frutas el 3 de mayo, día de la cruz, porque si no el diablo y los demonios vendrán a bailar al patio de tu casa.