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Áreas naturales protegidas

El archipiélago maltés cuenta con reservas y parques naturales que combinan la protección del medio ambiente con el acceso público. De acuerdo con la normativa europea, el país también ha creado zonas protegidas Natura 2000 para proteger hábitats y especies notables.

La reserva natural de Ghadira: situada en el norte de Malta, protege humedales y antiguas salinas que se han convertido en hábitats de aves migratorias. Hay aquí casi 140 especies, que pueden descubrirse en visitas guiadas y desde puestos de observación.

Reserva de Simar: este humedal, también clasificado como sitio RAMSAR, alberga aves residentes y migratorias, así como otras especies raras y protegidas de peces y aves, camaleones y salamanquesas

Parque Nacional de Majjistral (Majjistral natural and historic park): situado en el noroeste de Malta, alberga zonas Natura 2000 y espacios notables como los acantilados costeros (Rdumijiet ta 'Malta). Protege diversos ecosistemas: matorrales, estepas, cuencas de agua dulce, acantilados y hábitats de dunas, así como especies de flora y fauna, algunas de ellas endémicas. También cuenta con un patrimonio cultural vernáculo (construcciones de piedra seca) y yacimientos arqueológicos.

Otros espacios naturales de la zona son la reserva natural de Salina, las marismas de Marsaxlokk, la reserva natural de Wied Ghollieqa y el parque natural de Xrobb L-Ghagin.

Desafíos relacionados con los recursos hídricos

Hay poca agua en la zona, que carece de ríos. Las precipitaciones son especialmente escasas de abril a octubre, con periodos de sequía que podrían ser cada vez más frecuentes con el calentamiento global. Al mismo tiempo, la demanda de agua aumenta, en consonancia con el crecimiento demográfico y turístico. Se espera que Malta reciba a más de 3 millones de turistas en 2023 (un 8% más que su anterior récord en 2019), casi un millón más que su población. Además de estar sobreexplotadas, las aguas subterráneas sufren la contaminación vinculada a las actividades humanas (a través de aguas residuales, residuos, pesticidas). La salinización ligada a la infiltración de agua marina en las aguas subterráneas podría aumentar con el calentamiento global (subida del nivel del mar). Para paliar esta situación, la isla está desplegando diversas soluciones. Las cisternas de siglos pasados ya no son suficientes. Se han construido varias plantas desalinizadoras por toda la isla, pero uno de sus inconvenientes es su elevado consumo de energía. El agua tratada en algunas de estas plantas también se distribuye a las tierras agrícolas del país, muy fragmentadas. Proteger los recursos hídricos también significa saber cuánta agua se está utilizando. Para ello, el país ha introducido contadores individuales que permiten controlar a distancia el consumo de agua y energía. Otros proyectos, como el programa Alter Aqua (2011-2015) en la isla de Gozo, se han basado en la recogida de agua de lluvia.

El desafío energético y climático

La región también se caracteriza por su elevado consumo de combustibles fósiles. Esta dependencia del petróleo está vinculada sobre todo al importante parque automovilístico de la isla (608 coches por cada 1.000 habitantes), que hace del archipiélago uno de los países más motorizados de Europa, con el corolario de contaminación acústica y atmosférica. Conducir todo el tiempo, incluso para distancias cortas, provoca altos niveles de contaminación por partículas finas. Además, estas energías basadas en el carbono emiten gases de efecto invernadero. Se han desarrollado soluciones alternativas en este ámbito, como los sistemas de vehículos híbridos de autoservicio con instalaciones de carga de baterías en espacios públicos, y los patinetes eléctricos de autoservicio. Sin embargo, la movilidad blanda (bicicleta, marcha a pie) está aún muy poco desarrollada. En cuanto a la energía, se han introducido incentivos para fomentar la instalación de paneles solares (energía solar térmica). Sin embargo, todas estas medidas son insuficientes para hacer frente al desafío climático. Un informe publicado en 2018 por Climate Action Network Europe señaló a Malta como uno de los países europeos con peores resultados en la lucha contra el calentamiento global.

Esfuerzos para la prevención de la contaminación

Uno de los problemas medioambientales más acuciantes -y visibles- del archipiélago maltés es la gestión de residuos. La omnipresencia de la basura, incluso en el agua y en los entornos naturales, puede resultar chocante para algunos visitantes... El país intenta adaptarse a la normativa europea y ha introducido la recogida selectiva de ciertos tipos de residuos (vidrio, plástico, cartón y biorresiduos). Queda mucho por hacer, sobre todo en materia de sensibilización (reducción en origen y clasificación). Las asociaciones también organizan limpiezas de playas. El archipiélago también ha sido criticado por la Unión Europea por el contenido en pesticidas de algunas frutas y verduras. Las aguas superficiales, cargadas de contaminantes, contribuyen a la contaminación de las aguas subterráneas y del mar. Aunque Malta sigue siendo uno de los mayores consumidores europeos de pesticidas por hectárea, fue el primer país europeo en prohibir el glifosato en 2016. Se están desarrollando iniciativas agroecológicas y agroforestales, como Bahrija Oasis, una granja de permacultura que organiza excursiones.

El desafío del turismo

Malta forma parte de la red SETnet (Ciudades del sur de Europa frente a la turistización), cuyo objetivo es proteger los recursos locales de los efectos nocivos del turismo de masas. Desde 2016, el país también ha introducido una tasa turística, que incluye una contribución medioambiental. También hay programas destinados a crear las condiciones para un turismo más sostenible. Solo podemos aconsejar a los viajeros que adopten una actitud sobria respecto al uso de los recursos.