Japón es un país diferente y que desde siempre ha estado maravillando a quienes se marchan. Los relatos de Pierre Loti, datados de finales del siglo XIX, que muestran un "Eden inesperado", siguen conservando hoy toda su actualidad. Y por causa. A pesar de los cambios ocurridos en la sociedad japonesa desde su apertura al mundo, el país del Sol levanta una identidad profundamente diferente. Tanto en la ciudad como en el campo, a orillas del mar como en la montaña, en un restaurante o en un karaoke, en un templo o santuario, el exotismo es total. La palabra "viaje" tiene entonces todo su sentido.

 

Este último es tanto más agradable cuanto que el confort está en la cita. La inseguridad no existe o tan poco. Los desplazamientos son rápidos gracias al magnífico Shinkansen, el tren de alta velocidad. Tampoco hay nada que preocuparse por la comida, muy sana y que sigue siendo barata. Mejor, el palacio de los sabores accederá a veces al paraíso culinario. Además, en Japón cada momento es un encuentro: «ichi-go ichi-e», dicen algunos. Para el visitante, tanto más. El interés de un viaje al archipiélago reside en la vida cotidiana de los japoneses, en la forma en que sienten su cultura. El desafío es comprender bien su percepción particular de la realidad que no existe en ningún otro lugar. Ya sea un gran artista o un empleado corporativo, el japonés intenta ver o sentir las cosas no sólo como son objetivamente, sino "lo que hace que" lo sean, y no "por qué", como estaría tentado de hacer un Occidente. En el país del sol naciente, el «cómo» prevalece.

 

La otra ventaja que ofrece un viaje a Japón se sitúa en el nivel de la facilidad que tiene el visitante para sumergirse en un universo único, gracias a una arquitectura intacta en algunos lugares a pesar de los riesgos de la historia, a los bosques milenarios, a las artes marciales tradicionales, al arte del té, a las representaciones teatrales o a la cocina. Los japoneses son conscientes de que su antigua civilización, a diferencia de las cuatro grandes civilizaciones antiguas, se ha perpetuado en el tiempo hasta nuestros días. Incluso hoy, está rayando gracias a las innumerables innovaciones tecnológicas, y las catástrofes naturales, como la del 11 de marzo de 2011, no lo impiden, una y otra vez. El Japón no sorprende, es sorprendente. Por mucho tiempo.