Pertenecer a un clan es esencial
En la sección dedicada a la historia, mencionamos los numerosos clanes repartidos por la estepa, cuyo poder variaba según el resultado de las incesantes y a menudo seculares disputas entre ellos. Aún hoy, estos clanes dictan muchos aspectos de la vida social, política y económica del país. Los treinta años de Nursultán Nazarbáyev en el poder le han permitido colocar a miembros de su familia en muchos puestos clave del Estado, pero sin eliminar a los otros clanes, que ahora se disputan el poder. La pertenencia a un clan es una característica común de todas las repúblicas centroasiáticas. En Kazajistán, la pertenencia a una de las tres hordas tradicionales, vinculadas al origen geográfico, ha desempeñado un papel importante a lo largo de la historia del siglo XX. Las Hordas Pequeña y Media, nómadas del norte de la estepa, fueron rusificadas muy pronto, y sus hijos, educados en universidades de Moscú o San Petersburgo, a menudo regresaban a casa para cultivar la fibra y la identidad nacionales kazajas a través de las artes o la política. Fueron los más afectados por las grandes purgas estalinistas. En el sur del país, en poder de la Gran Horda, la lucha contra los rusos en el norte se basaba a menudo en el mantenimiento de las ideas soviéticas, razón por la cual miembros de la Gran Horda, como Nazarbáyev, estuvieron al frente del país desde el período comunista y luego tras la independencia. En toda Asia central, la pertenencia a un clan sigue desempeñando en la actualidad un papel vital en la organización de la sociedad.
Un sistema educativo heredado de la era soviética
Antes de la llegada de los soviéticos, la educación estaba reservada a una élite, y la enseñanza superior solía limitarse a las universidades rusas. La tasa de alfabetización a finales del siglo XIX y principios del XX era extremadamente baja en Kazajistán, donde la cultura nómada nunca se basó en la palabra escrita, sino en las tradiciones orales. El sistema educativo soviético, que se impuso en todas las repúblicas socialistas de Asia central, permitió a la población local alfabetizarse muy rápidamente y asistir a la escuela en igualdad de condiciones, incluidos hombres y mujeres. Se crearon universidades en Almatý y Kyzylorda, y además todos los kazajos, de cualquier estrato social, pudieron ir a cursar estudios superiores a Rusia. Con la independencia, este sistema se vio gravemente socavado por el simple hecho de que ya no se disponía de fondos. Decenas de miles de profesores de todo el país abandonaron sus puestos de trabajo porque simplemente no cobraban, o lo hacían con meses de retraso. La liberalización de la economía permitió a Kazajistán recuperarse más rápida y fácilmente que sus vecinos. Pero se planteó un problema importante: ¿qué lengua debía utilizarse para la enseñanza, el ruso o el kazajo? Los nuevos profesores hablaban kazajo y los escolares solo habían aprendido ruso. El equilibrio es a menudo difícil de encontrar pero, treinta años después, una cosa es cierta: los alumnos se gradúan con un dominio mínimo del kazajo, en muchos casos del kazajo y del ruso, y, desde una medida deliberada del Gobierno en la década de 2010, del inglés, al menos en las grandes ciudades. Así, pues, se ha frenado el declive de la alfabetización observado a principios de la década de los 2000 (el presupuesto asignado a la educación nacional se sitúa ahora en torno al 18% del PIB), pero sigue existiendo un flagrante problema de desigualdad. Las principales universidades se encuentran en Almatý o Astaná, donde el coste de la vida es más elevado que en otros lugares, y pocos estudiantes de las provincias pueden permitirse estudiar allí. Almatý, Shymkent, Astaná y Karagandá atraen al 65% de los estudiantes del país. En 2022, Kazajistán publicó cifras alentadoras: 750000 estudiantes habían completado más de doce años de escolarización.
Distribución desigual de la riqueza
Los kazajos no solo tienen que lidiar con la desigualdad en el acceso a la educación. La distribución de la riqueza también es un punto de desequilibrio patente desde la independencia, que se acentuó en la década de 2010, cuando el maná de los hidrocarburos propició tasas de crecimiento del 7-8%, pero cuyos dividendos no se repartieron entre toda la población. En 2016, Kazajistán ingresó en la OPEP+ (grupo de países productores de petróleo). Dentro del país, la brecha se ensancha entre las poblaciones muy ricas de las dos capitales y las ciudades que se benefician directamente de las ganancias del crudo, y las poblaciones más modestas del resto del país. Un ejemplo es la reluciente ciudad de Astaná, con su presupuesto de más de 100000 millones de dólares para atraer a los grandes nombres de la arquitectura mundial, mientras que una gran parte de la población del país sigue viviendo en edificios ruinosos de la época soviética, con acceso limitado a hospitales, universidades y otros servicios públicos.
Tradiciones nómadas aún muy vivas
A pesar de la sedentarización de la población, la sovietización de la mente y el anhelo de lo occidental que siguió a la independencia, las tradiciones y la cultura nómadas han logrado perdurar, fruto de un largo hábito de clandestinidad. Ya en la época de la conquista musulmana, muchas tradiciones vinculadas al chamanismo o al zoroastrismo seguían transmitiéndose oralmente y practicándose en secreto. Bajo la ocupación soviética, a menudo fue el islam el que se practicaba en secreto. Tras la independencia, el resurgimiento del nacionalismo y la necesidad de recuperar una identidad hicieron que volvieran a la palestra una serie de costumbres que hasta entonces habían quedado relegadas al folclore. Las tradiciones ligadas al matrimonio en Kazajistán están estrechamente relacionadas con prácticas que se remontan a la época nómada. Ante todo, cualquier unión debe responder a los imperativos políticos de alianza entre clanes o familias de un mismo clan. Y, salvo en las grandes ciudades, en las provincias los matrimonios se conciertan muy a menudo desde una edad temprana, sin que los futuros cónyuges tengan nada que decir al respecto. Sin embargo, deben cumplir un ritual muy preciso, en particular el de la proposición de matrimonio, durante el cual la familia evalúa las capacidades intelectuales, la belleza y el estatus social de ambos. El compromiso siempre tiene lugar en casa de la familia de la futura novia. Es entonces cuando se deciden los detalles de la ceremonia, los papeles de cada parte, la dote, etc. Por último, para asegurarse de que todo se hace correctamente, el día en cuestión, el novio debe ir a caballo hasta la casa de la familia de su novia y cantarle una oda que ha compuesto para ella. Al oírla, la joven debe romper a llorar, expresando su tristeza ante la idea de dejar a sus padres. A continuación, le cantará una canción a sus padres, para consolarlos por su partida. Los novios pueden entonces regresar a casa del novio y comenzar su nueva vida, no sin antes encontrar un rincón de la estepa donde pasarán su noche de bodas, y cuyo emplazamiento estará marcado con dos látigos cruzados, símbolo de su unión.
Por supuesto, sobre todo en la última parte, estas prácticas ya no se siguen al pie de la letra. Y en Almatý, una gran limusina rosa o un todoterreno blanco nacarado sustituyen muy a menudo al caballo… No obstante, al viajar por el país, tendrá sin duda la oportunidad de ver ceremonias nupciales y fiestas, a menudo completadas con juegos ecuestres en el caso de las familias más ricas, asociadas a estos.
El lugar de la mujer en la sociedad
En la cultura nómada, aunque también era una sociedad patriarcal, la mujer tenía un papel muy específico y un estatus a veces más envidiable que en las ciudades. Responsable de muchas tareas, entre ellas el mantenimiento de la yurta, también se encargaba de la educación y conservaba la riqueza de la familia en su propia persona, en forma de joyas o sedas. Con la llegada de los soviéticos, las mujeres, al menos durante su escolarización, se equipararon a los hombres en los pupitres de la escuela, y oficialmente disfrutaron de los mismos derechos y deberes que ellos una vez graduadas. La independencia marcó un retorno a los valores islámicos, que se dejó sentir rápidamente en las repúblicas centroasiáticas, pero en menor medida en Kazajistán, donde la presencia rusa siguió siendo muy fuerte durante un largo tiempo, incluso mayoritaria en ciertas partes del país, y donde la islamización fue más tardía y menos profunda que en los países vecinos. Sin embargo, para contrarrestar la elevada proporción de rusos en la población, así como para afirmar la identidad nacional kazaja, el islam ha ido ocupando gradualmente un primer plano en la sociedad, como demuestran las numerosas mezquitas construidas en todo el país. A raíz de ello, el lugar de la mujer se ha visto perjudicado en los últimos años, aunque no tanto en las ciudades, pero sí en las provincias y las regiones más remotas de la estepa.
Un hábitat contrastado
Si es usted aficionado a la arquitectura, Kazajistán le resultará interesante. No busque demasiados edificios modernistas ni iglesias barrocas: la arquitectura le ayudará a descifrar la historia social del país, más que a alimentar su cuenta de Instagram. Pero puede estar seguro de que Astaná no es la única curiosidad arquitectónica. En la misma capital, detrás de sus edificios futuristas diseñados por la élite arquitectónica mundial, también encontrará bloques de pisos de la época soviética, cuando hubo que acoger a cientos de miles de personas. También están las nuevas ciudades, encabezadas por Aktau con sus «microdistritos», creados para albergar a los trabajadores que vinieron a explotar las riquezas del subsuelo kazajo. Y por último, no hay que olvidar las yurtas, recuerdos de un pasado nómada que sigue muy vivo, y en las que sin duda tendrá la oportunidad de dormir mientras recorre el país. La estructura de la yurta sigue unas reglas estrictas, reflejo de la visión que los nómadas tenían del universo y de la composición de su sociedad. El agujero redondo en la parte superior de la vivienda simboliza el cielo, y el hogar está situado justo debajo. Dos pilares centrales alrededor del hogar sostienen toda la estructura. Se consideran sagrados: nunca se debe pasar entre ellos, ni dejar que nada lo haga. Tradicionalmente abierta al sur, la yurta combina divisiones geográficas y funcionales. El norte es el lugar sagrado, donde se colocan el altar de los antepasados y los objetos más preciados. El sur es la zona de trabajo, donde se encuentra el hogar, alrededor del cual las mujeres preparan la comida. La parte occidental de la yurta está reservada a los hombres y los invitados, mientras que la oriental es para las mujeres y la vida doméstica.