Un mar que ya no existe

Antaño el cuarto lago más grande del mundo, el mar de Aral, que se extiende entre Kazajistán y Uzbekistán, es ahora una mera sombra de lo que fue. Solo unos pocos restos oxidados en el agrietado suelo dan testimonio de la riqueza biológica que otrora sustentaba a toda la región gracias a la pesca.

El mar de Aral ya no existe porque en la década de 1960 la URSS desvió dos de los grandes ríos que lo alimentaban, el Sir Daria y el Amu Daria, este en Uzbekistán. El objetivo era suministrar agua a un monocultivo de algodón en el desierto, como parte integrante de la agricultura planificada soviética. En el espacio de una década, el mar de Aral perdió el 90% de su superficie, perpetrando así uno de los mayores desastres ecológicos del siglo XX. La pesca se ha vuelto imposible debido a que la elevada salinidad del agua ha provocado la desaparición de la mayoría de los peces. Al mismo tiempo, el uso masivo de pesticidas en los campos de algodón contaminó seriamente el agua.

En la actualidad, los últimos vestigios del mar de Aral forman dos partes diferenciadas: el «Pequeño mar de Aral», en Kazajistán, y el «Gran mar de Aral», en Uzbekistán. A principios de la década de los 2000, con el apoyo del Banco Mundial, se construyó el dique de Kokaral para retener el agua y permitir que se volviera a llenar el «Pequeño mar de Aral» en el lado kazajo. El proyecto fue un verdadero éxito, y de hecho, el agua ha regresado mucho más rápido de lo esperado, hasta el punto de que los pueblos pesqueros, que antes se encontraban a decenas de kilómetros del agua, ahora están a solo unos cientos de metros. Poco a poco van surgiendo proyectos de reintroducción de especies, aunque la elevada salinidad del agua sigue planteando problemas. Sin embargo, el futuro del mar de Aral sigue siendo incierto, ya que en el lado uzbeko, el «Gran mar de Aral» continúa padeciendo las consecuencias del monocultivo de algodón y continúa encogiéndose de forma alarmante.

La maldición del oro negro

Tras la caída de la URSS, Kazajistán vio en sus yacimientos de petróleo y gas, hasta entonces inexplotados, una auténtica oportunidad de desarrollo. La región de Atyrau, en el oeste de Kazajistán, a orillas del mar Caspio, es el centro neurálgico, ya que produce más de la mitad de los hidrocarburos del país. Bajo las aguas del mar Caspio, alberga el yacimiento de Kashagan, la mayor reserva de petróleo descubierta en el mundo en los últimos cincuenta años.

Esta explotación petrolífera, combinada con la industrialización y el uso aún muy extendido del carbón, ha diezmado también la calidad del aire en Kazajistán. Astaná, la capital, figura regularmente entre las diez ciudades más contaminadas del mundo.

El mar Caspio sufre enormemente la contaminación ligada a la explotación petrolífera, pero también a la industrialización masiva de sus costas, compartidas por cinco países. El precio excesivo del caviar es una muestra inesperada de ello. El esturión, víctima de esta contaminación, está desapareciendo del mar, hasta el punto de que la especie ha sido catalogada como en peligro crítico de extinción, y el caviar, que se ha vuelto muy escaso, se vende a precio de oro. Otras especies también sufren las consecuencias, como la foca endémica del Caspio (Pusa caspica). De los veinte millones de ejemplares que existían hace un siglo, solo quedan dos millones, es decir, apenas el 10%.

La tragedia nuclear

Durante la era soviética, Kazajistán fue una importante zona de pruebas nucleares para la URSS. El polígono de pruebas de Semipalátinsk, un centro militar en el noreste del país, fue el lugar elegido para realizar la mayoría de estos ensayos nucleares, 456 en total entre 1949 y 1989.

Cerca de 2,6 millones de personas sufrieron mutaciones genéticas relacionadas con las exposiciones. Aún hoy, la tasa de cáncer y enfermedades cardiovasculares en la región duplica la media nacional, mientras que las malformaciones son frecuentes. Según la Unesco, el impacto de las pruebas nucleares en el Sitio de pruebas de Semipalátinsk fue 45000 veces superior al de Hiroshima.

En 1989, el movimiento Nevada-Semipalátinsk fue el primero en oponer una resistencia real a estas pruebas. Su influencia fue considerable, hasta el punto de que justo después de salir de la URSS, en 1991, el presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, tomó la firme decisión de prohibir cualquier ensayo de este tipo. Así que es lógico que Kazajistán apoye el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, aprobado por la ONU, que se celebra todos los años el 29 de agosto.

Sin embargo, a pesar de este compromiso, Kazajistán sigue participando activamente en el trágico escenario nuclear. El país es, con diferencia, el mayor productor mundial de uranio, con más del 40% del mercado mundial de este mineral, materia prima esencial para la energía nuclear. La explotación de los yacimientos conlleva la producción de una abultada cantidad de residuos radiactivos, con los que el país sufre considerablemente, así como la contaminación por metales pesados y productos químicos, y una importante deforestación de las zonas de explotación.

Zonas protegidas

Desde su independencia, Kazajistán ha mostrado una verdadera voluntad de establecer zonas protegidas, aunque estos esfuerzos sean aún demasiado débiles dada la importancia de los retos que tiene por delante el país. Actualmente, cuenta con catorce parques nacionales y una decena de reservas naturales. El más antiguo de ellos es el Parque Nacional de Bayanaul, creado en 1985, durante el período soviético, para restaurar las montañas del noreste del país.

El más extenso es el Parque Nacional de Altyn-Emel, en el sureste. Con unas 500000 hectáreas, suele considerarse el parque natural más bello de Kazajistán. Se caracteriza por un mosaico de paisajes únicos, formado por dunas intercaladas con montañas. Este rico ecosistema es objeto de importantes esfuerzos de conservación, que incluyen programas de reintroducción de animales como los caballos de Przewalski, la población más antigua de caballos salvajes, cuyo lugar de origen es precisamente Kazajistán.

En la misma región, el Parque Nacional de Charyn también ofrece paisajes excepcionales. Presenta un cañón espectacular, parecido al paisaje del Gran Cañón estadounidense.