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Hacia más democracia y menos corrupción

La trayectoria política de Kenia sigue plagada de retos y sorpresas, lo que demuestra que la democracia del país aún debe ser reforzada. La corrupción entre los miembros de los sucesivos gobiernos sigue siendo un obstáculo notable. La política interna de Kenia se ve regularmente marcada por escándalos de corrupción que empañan la imagen de la clase política y provocan fuertes reacciones populares.
La elección de Mwai Kibaki en 2002 fue acogida por la población como la esperanza de una renovación, de una segunda independencia: esto no ocurrió, dada la crisis política de 2007-2008. Kenia tardó varios años en recuperarse de la violencia étnica. En 2013, Uhuru Kenyatta, que estaba envuelto en una batalla legal con la Corte Penal Internacional, fue elegido por un estrecho margen sobre Odinga. William Ruto, su vicepresidente, también fue acusado. El 8 de agosto de 2017, el Tribunal Supremo de Kenia invalidó las elecciones presidenciales ganadas por el jefe de Estado saliente, Uhuru Kenyatta. Se trata de "irregularidades" en la transmisión de los resultados que comprometen la integridad de las elecciones. Una gran primicia en Kenia y en el continente africano, que atestigua sin embargo la independencia de la justicia keniana. El Tribunal ordena una nueva elección. Uhuru Kenyatta gana finalmente las elecciones. A pesar del acuerdo alcanzado en marzo de 2018 con el líder de la oposición, Raila Odinga, siguen existiendo profundas divisiones sociales, étnicas y políticas. Sin embargo, el peso de la sociedad civil keniana crece con el tiempo en la primera línea de los grandes debates. Ciertas voces influyentes, llevadas por una élite educada, que las autoridades ya no pueden ignorar, están tirando innegablemente del país hacia arriba.

Una posición estratégica en África Oriental

La situación en Somalia, en crisis desde 1991, sigue siendo una gran preocupación para Kenia. En 2011, por temor a las incursiones de la milicia islamista Al-Shebab en su territorio, Kenia intervino en Somalia y creó una zona de amortiguación a lo largo de la frontera. Desde 2012, las fuerzas kenianas forman parte de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM). El país ha sufrido varios atentados importantes (el centro comercial Westgate en 2013, la Universidad de Garissa en 2015, el complejo Dusit D2 en 2019, la base estadounidense de Camp Simba en 2020...) y las amenazas de atentados son recurrentes.
Kenia acoge a casi 500.000 refugiados, principalmente de Sudán del Sur y Somalia, en los emplazamientos de Kakuma y Dadaab. Desde 2016, Nairobi ha pedido el cierre de estos dos enormes campos de refugiados, alegando razones de seguridad. Las relaciones diplomáticas entre Kenia y Somalia siguen siendo tensas, sobre todo por la disputa sobre la delimitación de su frontera marítima. Nairobi y Mogadiscio se disputan una zona de 100.000 km2 rica en pescado y petróleo. El litigio está siendo examinado por la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Miembro fundador de la Comunidad de África Oriental (CAO) con Tanzania y Uganda, Kenia desempeña también un papel importante en el desarrollo de la región (unión aduanera, mercado común, proyecto de unión monetaria, zona de libre comercio tripartita). Kenia también es miembro de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), que agrupa a los siete países del Cuerno de África, el Mercado Común del África Oriental y Meridional (COMESA) y la Comunidad para el Desarrollo del África Meridional (SADC).

Auge económico, sí, pero..

Kenia es una de las cinco mayores economías del África subsahariana y un centro comercial regional. Pero a pesar del auge económico de los últimos 15 años, que ha propiciado la aparición de una clase media, el país sigue siendo muy desigual. El índice de pobreza es elevado y, según la ONU, entre 3 y 3,5 millones de personas se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria. Y aunque se han realizado notables esfuerzos para mejorar la seguridad en suelo keniano, y se ha producido un auge de las infraestructuras y el sector de los servicios en los últimos años, los objetivos de gasto en sanidad y educación siguen estando lejos de alcanzarse. En cuanto a las finanzas públicas, a pesar de las fases de consolidación, ahora están en números rojos.
Entre 2014 y 2020, Kenia se benefició del Fondo Europeo de Desarrollo por valor de 435 millones de euros, para tres sectores (seguridad alimentaria, infraestructuras sostenibles, gobernanza y Estado de Derecho), pero la deuda pública ha seguido aumentando, alcanzando un umbral crítico en 2020 con la pandemia de Covid-19, que no ha hecho sino agravar esta tendencia. En este contexto, Kenia se beneficia de un importante apoyo cíclico del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que en 2021 le concedió un nuevo préstamo de 2.300 millones de dólares. A los kenianos les preocupa que el país vuelva a estar endeudado y lo consideran una mala gestión de los fondos.

Una economía diversificada

Kenia ha sido capaz de desarrollar su industria, la agricultura de exportación y el turismo y, debido a su posición geográfica, el país se ha convertido en un centro comercial regional. Y aunque históricamente el país ha dependido de cuatro fuentes principales de divisas: el café, el té, el turismo (y... la ayuda internacional), la multiplicidad de sectores funciona y éstos pueden compensarse mutuamente en tiempos de crisis.
Kenia es principalmente una economía de servicios. Al combinar tecnologías y servicios digitales, Kenia ha sido especialmente innovadora. Es el caso de su sistema de pago por móvil M-Pesa, lanzado en 2007 y asumido en todo el mundo, o de M-Akiba, una plataforma móvil para suscribir bonos del Tesoro inaugurada en marzo de 2017. Con más del 50% de la población del país en los servicios, su nivel de desarrollo en este sector lo convierte en un centro regional.
Kenia es especialmente fuerte en el sector digital. Los fondos están llegando para apoyar a las nuevas empresas del país a través de incubadoras. Durante seis meses, un año o dos, los jóvenes empresarios reciben financiación para desarrollar su idea. Nacida en 2008 durante la violencia de las elecciones presidenciales, la plataforma de geolocalización en línea Ushahidi es un buen ejemplo de este auge, ya que se ha convertido en una referencia mundial. Las cosas van tan rápido que el gobierno keniano ha emprendido la construcción de Konza Technology City (ahora Konza Technopolis), un parque dedicado a la alta tecnología en 2.000 hectáreas en medio de la sabana, a unos 60 kilómetros de Nairobi. Se prevé la creación de unos 50.000 puestos de trabajo cuando esté terminado en 2030.

El programa Visión 2030

Lanzado en 2008, el programa Visión 2030 pretende transformar a Kenia "en un país de renta media recientemente industrializado que proporcione a sus ciudadanos un alto nivel de vida en un entorno limpio y seguro" para 2030. Da prioridad al desarrollo de las infraestructuras, y ha permitido casi duplicar la tasa de crecimiento anual desde principios de la década de 2010. A pesar de ello, el país sigue siendo muy desigual, con un alto índice de pobreza y la asistencia alimentaria sigue afectando a 2,6 millones de personas. En el ámbito de la sanidad y la educación, los objetivos están lejos de alcanzarse, sobre todo en lo que respecta a la formación profesional, mientras que la economía sufre una escasez de mano de obra técnica.
En el ámbito de las infraestructuras, el progreso es innegable. El desarrollo del sector energético es notable, sobre todo gracias a la apertura a los inversores privados, y Kenia puede enorgullecerse de tener una combinación de electricidad que es 80% renovable. Lo mismo ocurre con el acceso al agua, que avanza pero aún no se ha generalizado. En cuanto al sector de los transportes, aunque la rehabilitación del enlace ferroviario entre Mombasa y Nairobi -el principal proyecto del presidente- se ha completado (aunque a costa de un enorme endeudamiento con China), ninguna ciudad keniana dispone aún de un sistema de transporte urbano masificado, y el sector sigue dominado por los minibuses informales, los "matatus".

Cuestiones medioambientales

Kenia es un ejemplo de conservación de la naturaleza y existe un compromiso real con la protección del medio ambiente. El país tiene claras las consecuencias del cambio climático, cuando las repetidas sequías a lo largo de los años amenazan seriamente la supervivencia de varios millones de personas. El gobierno se ha comprometido a restaurar 500.000 hectáreas de pastos en once comarcas áridas para limitar futuros desplazamientos de población, preservar sus medios de vida y la biodiversidad de los ecosistemas. La supervivencia de los animales salvajes también depende de esto, ya que ellos también luchan por el acceso al agua. El otro problema es el de las infraestructuras humanas, que interfieren cada vez más en los movimientos de los animales. La nueva línea de ferrocarril electrificada de Mombasa a Nairobi, que atraviesa el Parque Nacional de Nairobi, el más antiguo de África Oriental (1946), y el Parque Nacional de Tsavo, ya ha causado controversia y cambios en el comportamiento de los animales que viven en estos espacios naturales protegidos. Los grandes proyectos de infraestructuras viarias previstos también a lo largo de esta ruta tendrán consecuencias dramáticas si no se hace nada -o se hace mal- para preservar este patrimonio natural.