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Emmanuelle, amiga de las Seychelles

A veces, el mundo del cine altera el equilibrio de toda una isla. Cuando un centenar de tramoyistas llegan a La Digue, se arma un alboroto. Los hoteles son tomados por asalto, los vehículos disponibles son requisados... ¡La isla toma el aspecto de un estudio! François Leterrier, con su película erótica Goodbye Emmanuelle, fue el primero, en 1976, en enriquecer la República de Seychelles, fundada ese mismo año. La soberbia casa criolla de Emmanuelle, en La Digue, se convirtió en la segunda residencia del ex presidente René, que invitaba al archipiélago a sus amigos y a visitantes ilustres, como Tony Blair. Las rupias empezaron a caer. La productora de Piratas (1986) pagó más de 300.000 dólares por unas pocas escenas, y Crusoe (1988) costó a las Seychelles más de un millón de dólares. La mano de obra local también se benefició, gracias a la construcción de un estaminet para la película Piratas, que requirió la ayuda de ochenta trabajadores. En Cast Away (2000, protagonizada por Tom Hanks) se contrataron cincuenta barcos pesqueros para una sola escena. Los lugareños también se beneficiaron de ser extras: más de sesenta participaron en el rodaje de Piratas, y fueron bien pagados.

Éxito interno

Ya inspiren a corsarios de opereta o a prometedoras vedettes, las Seychelles son más que nunca islas que ocupan los titulares, y cada película es a priori un soporte publicitario para las Seychelles, que intentan su propio avance en el mundo audiovisual. Radiotélévision seychelloise (RTS) produce varias películas de ficción, y el Centro Cultural Francés y la Misión de Cooperación Francesa en Victoria aportan su apoyo financiero al primer telefilme seychellés, Les Exilés de 1801, dirigido por Christian Servina y producido por Bernard Dumoulin, Henry Bastienne y Joe Samy. La película se presenta en el festival Kreol 1990 y presenta a grandes personajes de la historia de Seychelles, en una época en que la isla era inglesa o francesa, según el barco que fondeara en el puerto. La obra es aún más apreciada por las dos historias de amor que se entretejen en este telón de fondo histórico: la del deportado Boniface y la viuda Saint-Jorre, y la del deportado Quinon y la bella Marie Victorine, una esclava liberada. Gracias a un guión que no podía ser más seychellés, y a treinta actores y treinta figurantes, la mayoría de ellos familiares para los telespectadores, este estreno fue un éxito de audiencia, en el que el boca a boca hizo las veces de rating.