Carlos Saldanha créateur des séries L'âge de glace et Rio © DFree - Shutterstock.com.jpg
Fernando Meirelles, réalisateur du film La Cité de Dieu © Kathy Hutchins - Shutterstock.Com.jpg

Una industrialización difícil

La dominación estadounidense comenzó a imponerse en la década de 1910, con redes de cines en todas las grandes ciudades que asfixiaron al cine brasileño a lo largo de los años. El gobierno tomó la drástica medida de gravar con impuestos la exhibición de películas extranjeras, con el fin de fomentar la producción local por encima de todo. La década de 1920 vio nacer los ciclos regionales, que destacaban grupos de producciones locales, con obras de Recife, Porto Alegre y Campinas, entre otras, y permitieron a la producción nacional definirse y existir fuera del eje dominante Río-São Paulo.

El cine sonoro llegó a Brasil en 1929, el mismo año que la película de Hollywood Acabaram-se otários, de Luiz de Barros. Con las nuevas medidas fiscales aduaneras y la dificultad que planteaba el idioma inglés, el cine de Hollywood pasó inicialmente a un segundo plano, y el camino quedó expedito para la producción nacional. Cinedia y Brasil Vita Films fueron algunas de las estructuras más importantes creadas a principios de los años treinta. Humberto Mauro dirigió su obra maestra Ganga Bruta (1933) para Cinédia. Pero Hollywood, con toda su publicidad e inversión en equipos teatrales, aumentó la presión sobre la producción brasileña, que retrocedió en 1934, año en blanco en el que no se registró ninguna producción nacional.

El cine sonoro era una industria más costosa, y a la industria cinematográfica brasileña le costaba desarrollarse por sí sola. Grandes estudios como Cinédia empezaron a copiar el modelo americano, con musicales.

Cine Novo

Influenciada por el neorrealismo italiano y luego por la nueva ola francesa, una joven generación se apropia de los códigos de este cine realista, rodado con los medios a su alcance. Su objetivo: mostrar la realidad de las condiciones de vida en Brasil, especialmente en las zonas más pobres. Los vendedores de cacahuetes son los protagonistas de Río, 40° (1955), de Nelson Pereira dos Santo, iniciador del movimiento, que continuó en los años 60 con Carlos Diegues y Glauber Rocha, galardonados con dos premios en Cannes: Terra em Transe (premio de la crítica internacional, 1967) y Antonio Das Mortes (premio del director, 1969). Fue la consagración del Cinema Novo.

A pesar de este próspero período, el cine brasileño iba a experimentar nuevas dificultades relacionadas con la situación política y económica del país. La junta militar que llegó al poder estableció estructuras para controlar mejor la producción cinematográfica, al tiempo que restablecía los impuestos sobre las películas extranjeras. Nació Embrafilme, una empresa que pretendía apoyar la producción nacional oficial y, al mismo tiempo, eclipsar el "Udigrudi": el cine clandestino que criticaba abiertamente a los militares en el poder.

Crisis y renovación

En la década de 1980, la producción nacional aumentó, pero sin tener en cuenta la grave recesión económica que afectó al país en 1982. Muchos brasileños ya no podían permitirse ir al cine, por lo que los exhibidores hicieron campaña para que se proyectaran más películas extranjeras. Para mantener sus negocios a flote, empezaron a proyectar principalmente producciones eróticas: las "pornochanchadas". El cine de autor nacional estaba al borde de la extinción.

En 1990, la llegada al poder del Presidente Fernando Collor, elegido democráticamente, puso fin a la junta militar, pero su gobierno, para luchar contra la corrupción y desmantelar los últimos eslabones de la dictadura, desmanteló desgraciadamente todas las instituciones públicas encargadas de apoyar la producción cinematográfica. En el último año de su presidencia, sólo se produjo una película, de Walter Salles.

El siguiente gobierno, sin embargo, cambió las tornas. Una ley de 1993 que preveía incentivos fiscales a la inversión en producción y la creación de Riofilme, una organización gestionada por la ciudad de Río, dieron un nuevo impulso a la producción. Han surgido cineastas de talento, como Walter Salles(Central do Brasil, ganadora del Oso de Oro en Berlín en 1998, y luego Carnets de voyage en 2003, biopic de la juventud de Ernesto "Che" Guevara), Fernando Meirelles(Ciudad de Dios, sobre la favela homónima de Río, que fue un gran éxito internacional, o La ceguera en 2008), Karim Ainouz(Madame Satã, 2002), o el controvertido José Padilha que, con Tropa de Elite (2007, Oso de Oro en Berlín), describió con frío realismo los métodos de las fuerzas especiales de la policía carioca. Kleber Mendonça Filho se distinguió con Les Bruits de Recife (2012), que retrata Recife a través de los sonidos que le dan ritmo y pulso. Su siguiente película, Aquarius (2016), es una magistral denuncia de la violencia del capitalismo terrateniente a través de la lucha de una mujer por conservar su hogar. En 2020 dirigió Bacurau , que cosecharía un gran éxito en Francia y otros muchos países.

Reconectar con el público en general

El panorama audiovisual brasileño se abre a las series de televisión, con el notable estreno en Netflix de 3%, una historia distópica de ciencia ficción que, sin embargo, pone de relieve cuestiones muy reales de la sociedad brasileña. La brecha cada vez mayor entre las clases trabajadoras y la élite nacional. En un futuro no muy lejano, la población está separada en dos grupos: sólo el 3% de los "continentales", agrupados en una ciudad que parece una favela futurista, tendrá acceso a una isla donde podrá llevar una vida privilegiada en un entorno virgen.

Brasil también cuenta con una figura destacada del cine de animación, Carlos Saldanha, que, además de las distintas partes de Ice Age (2002-2016), es responsable de la serie Rio (2011, 2014). Dirige uno de los capítulos de la adaptación brasileña de la franquicia Paris, je t'aime: Rio eu te amo (2014), y también produce desde 2021 la serie de fantasía Cidade Invisivel, emitida en Netflix. Por último, pero no por ello menos importante, Brasil es un lugar ideal para las coproducciones internacionales. Algunas de las películas más conocidas son la segunda parte deOSS 117 (Rio ne répond plus), y La selva esmeralda (1985), de John Boorman. También fue aquí donde Werner Herzog, continuando su aventura sudamericana, rodó su famosa Fitzcarraldo (1982). Como efecto colateral del mandato del expresidente Bolsonaro, el cine comprometido, una tradición brasileña, ha encontrado un nuevo aliento, pero la escasa financiación concedida al cine por el anterior Gobierno frenó la creación brasileña, que parece recuperar rápidamente su antiguo dinamismo con la nueva ministra de Cultura, la cantante bahiana Margareth Menezes.