Groupe de mariachi à Oaxaca ©Kobby Dagan - Shutterstock.com.jpg
Statue de Juan Gabriel à Acapulco © mundosemfim - Shutterstock.com.jpg
Rodrigo y Gabriela © Christian Bertrand - Shutterstock.com.jpg

Música y danza tradicional

El origen de toda la música mexicana se remonta a las civilizaciones prehispánicas. Sin instrumentos de cuerda, sólo utilizaban instrumentos de percusión como el teponaztli (tambor), flautas, sonajas, caracolas y sus voces. Algunas formas de música prehispánica han llegado hasta nuestros días, generalmente como acompañamiento de danzas rituales, como la impresionante Danza de Los Voladores o la antigua Danza del Venado. También orquestan la menos auténtica pero más visible Danza de Los Concheros, que se interpreta a diario en las plazas del Zócalo y Coyoacán de Ciudad de México. Durante este ritual, los concheros, vestidos a la usanza azteca, danzan en círculo en honor a los dioses de sus antepasados, al ritmo del tambor y de los brazaletes de concha que llevan alrededor de las pantorrillas. La Danza de Los Voladores es la más sobrecogedora, con cuatro bailarines que la ejecutan suspendidos por los pies de un poste de 30-40 metros y girando al son de un pequeño tambor y una flauta.

Desde la colonización española, la música mexicana se ha construido en torno a la música indígena, mezclando esta última con diversas importaciones hispánicas. En general, y desde el siglo XIX, ha sido interpretada tradicionalmente por grandes conjuntos en los que predominan los instrumentos de cuerda, estando la guitarra presente en todos los subgéneros mexicanos. El país está plagado de subgéneros, y cada región cultiva su propia estética.

Uno de los ejemplos más notables lo encontramos en el estado de Veracruz con el son jarocho. Este ritmo de origen rural fue importado por los españoles y toma sus influencias de la música afrocubana de los siglos XVIII y XIX; los pellizcados arpegios recuerdan los sonidos de la lejana Andalucía. Los instrumentos básicos de la música jarocha son el arpa, la jarana, una pequeña guitarra de ocho cuerdas con ritmos entrecortados, el requinto, una pequeña guitarra de cuatro cuerdas, y la tarimba, una pequeña plataforma de madera donde los bailarines marcan el ritmo con los pies. Los conjuntos jarochos son famosos por su capacidad para improvisar estrofas que se adaptan a cualquier situación. Los cantantes se alternan, uno entona una frase y el otro responde. El son jarocho más conocido es La Bamba, la famosa canción popularizada por la versión de Ritchie Valens y la película estadounidense del mismo nombre. Hoy en día, los conjuntos jarochos, reconocibles por sus trajes blancos, se pueden encontrar no sólo en Veracruz sino en todo México. Algunos artistas contemporáneos, como Lila Downs y el grupo angelino Las Cafeteras, intentan recuperar el sonido jarocho en sus canciones.

También en Veracruz -pero también en Hidalgo, San Luis Potosí, Tamaulipas, Querétaro y Puebla- se escucha el huapango. Derivado de la música de cámara importada por los españoles, se cree que esta estética es una adaptación de la instrumentación europea del siglo XVII a las tradiciones musicales indígenas, con el añadido del canto (en falsete) y el zapateo (el rodar de los tacones por el suelo). En el conjunto huapanguero tradicional, conocido como "trío huasteca", el violín proporciona la línea melódica de la pieza, mientras que otros dos instrumentos de cuerda apoyan el ritmo y la armonía. La voz, por su parte, la aportan generalmente dos voces a dúo. Dos obras notables han contribuido a que el huapango llegue al público más allá de las fronteras de México: la película Les Orgueilleux, de Yves Allégret, de 1953, y la famosa canción America, compuesta en 1957 por Leonard Bernstein para su musical West Side Story (que es un huapango).

Aunque actualmente es popular en todo México, la música norteña es esencialmente la música del norte del país. Uno de sus rasgos distintivos es el estilo vaquero de sus conjuntos, con toda una panoplia de sombreros de ala estrecha, camisas de cuadros, chalecos de piel y botas. El instrumento principal es el acordeón, acompañado de guitarras, contrabajo y percusión. La voz es nasal y las letras hablan del amor, de las dificultades de la vida cotidiana y de la vida de los emigrantes. Tanto por su sonido como por su ritmo, la música norteña se parece mucho a la música europea, como la polca. Con más de 32 millones de discos vendidos y cinco premios Grammy Latinos en su haber, Los Tigres del Norte son, con diferencia, las mayores estrellas del género. También se hicieron un nombre popularizando uno de los subgéneros más salvajes de la música norteña: el narcocorrido. Estas canciones que glorifican a los narcotraficantes y sus hazañas (violencia, riqueza, pleitos, etc.) también ridiculizan a las fuerzas del orden en sus letras y hacen entrar en pánico a las autoridades, que en el pasado han intentado prohibirlas. Sin éxito, el narcocorrido sigue muy vivo y popular en México.

Otras formas regionales comunes en el país son el abajeño, estética tradicional de las comunidades indígenas de Jalisco, Colima y Michoacán; los istmeños, canciones originarias de los zapotecos de Oaxaca -popularmente popularizadas por la estrella del pop Lila Downs-; el son calentano, compleja música de violín originaria de la cuenca del río Balsas, en el sur de México; y el son jalisciense, originario de Jalisco y Colima y del que deriva la música de mariachi.

Hablemos de losmariachis: gigantesca tradición musical en México, los mariachis se han convertido a lo largo de los años en emblemas nacionales. Originario del estado de Jalisco en el siglo XIX, este género folclórico sintetiza gran parte de la música regional antes mencionada, e incluye la ranchera, el huapán, la polca y el corrido. En general, un mariachi está formado por violín, vihuela, guitarra, guitarrón y trompeta. Reconocibles por su "traje de charro " -gran sombrero bordado, pantalón adornado con dos hileras de botones plateados, chaqueta corta y gran malla a modo de corbata-, los mariachis pueden verse en casi todo el país. En Ciudad de México, su escenario favorito es la Plaza Garibaldi. Aunque ha habido muchos grandes nombres del género a lo largo de las generaciones, sigue habiendo algunos que tienen un aura especial, como Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solís, Alejandro Fernández, Aida Cuevas y el grupo de mariachis Vargas de Tecalitlán (en activo desde 1898).

Comopaís enamorado de su tradición musical, a México no le faltan oportunidades ni lugares para escucharla. Empiece por Cumbre Tajín, un festival creado en 2000 que desde entonces promueve la cultura totanera a través de conciertos de música tradicional (y contemporánea). En el terreno de la fiesta, la Feria de San Marcos es uno de los principales atractivos de Aguascalientes. Esta fiesta, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XIX, rinde homenaje a la cultura popular mexicana y ofrece numerosos conciertos. También en Tlacotalpan, a finales de enero o principios de febrero, tiene lugar el festival del Son Jarocho, una cita ineludible desde siempre. Por último, en Morelia, el Cactux es un bar que acoge conciertos de noise punk, reggae y música tradicional.

Música popular

Si quiere abrazar plenamente la música mexicana, es esencial conocer a algunos iconos locales. Empezando por Lucha Reyes (1906 - 1944), apodada en su día "la madre de la música ranchera ", es hoy uno de los pilares del patrimonio musical mexicano. Otro gran icono, Juan Gabriel (1950 - 2016), es la única encarnación del romanticismo mexicano, cuyo repertorio abarca toda la gama de la música nacional, desde el ranchero al bolero, pasando por el pop. El éxito del hombre conocido por los mexicanos como "El Divo" (la forma masculina de "Diva") ha trascendido todas las generaciones y clases sociales. Otra figura clave de la música mexicana, Paquita la del Barrio, es una estrella en los barrios populares y entre las mujeres, gracias a sus letras sobre la pobreza, la violencia doméstica y la infidelidad. Más recientemente, Natalia Lafourcade (nacida en Ciudad de México en 1984) ha ganado popularidad masiva con sus propias canciones, Lila Downs se ha hecho famosa por sus canciones en zapoteco, maya y náhuatl, y el dúo de rock Rodrigo y Gabriela se ha hecho mundialmente famoso por su virtuosismo a la guitarra.

Música clásica

En los siglos XV y XVI, la labor evangelizadora de España trajo consigo numerosos compositores e intérpretes de la música barroca entonces en boga en Europa. Fue en esta época cuando Pedro de Gante (1480-1572) fundó la primera escuela de este género en Ciudad de México. Las ciudades de México D.F., Puebla, Oaxaca, Tepotzotlán y la actual Morelia se convirtieron rápidamente en las puntas de lanza de este estilo musical, que sigue vigente en la actualidad. En el siglo XIX, México estaba sometido a las mismas influencias que otros países occidentales. Durante la presidencia de Porfirio, los valses y las polcas estaban de moda. El compositor más conocido de la época fue sin duda Juventino Rosas (1868-1894) por su obra Sobre las olas, un intenso eco de los valses vieneses. Fue también un periodo marcado por Ernesto Elorduy (1853-1912), que escribió delicadas mazurcas mezclando la forma tradicional polaca con melodías hispano-mexicanas, y Ricardo Castro (1864-1907), compositor de las primeras sinfonías del México moderno.

El siglo XX supuso el reconocimiento de compositores y teóricos locales, que siguieron los pasos del modernismo entonces en boga en Europa: Julián Carrillo (1875-1965) sigue siendo estudiado hoy en día por su enfoque y sus experimentos instrumentales con el microtonalismo (el "decimotercer sonido"). Pero durante este periodo de exaltación gubernamental de las raíces locales, fueron sobre todo los compositores nacionalistas los que llamaron la atención con su estilo impregnado de temas musicales folclóricos o populares: Carlos Chávez (1899-1978), que se convirtió en la figura del nacionalismo musical al crear la (predecesora de) la Orquesta Sinfónica Nacional y el Instituto Nacional de Bellas Artes, y Silvestre Revueltas (1899-1940), considerado el compositor más representativo y talentoso de su generación. A partir de 1940, la llegada de numerosos refugiados políticos a México impulsó el panorama musical hacia nuevos horizontes. La música mexicana se impregnó de la vanguardia, impulsada por compositores visionarios como Mario Lavista (n. 1943), autor de óperas y numerosos ensayos, Manuel Enríquez (1926-1994), que desarrolló un intenso repertorio para cuerdas y percusión que concedía una importancia primordial a la textura de la música, y Julio Estrada, que fue alumno de grandes mentes como Boulanger, Messiaen, Xenakis y Stockhausen. Más recientemente, fue Javier Torres Maldonado (1968) quien se consagró como el principal compositor mexicano de música contemporánea con sus investigaciones sobre la espacialización del sonido y las ilusiones acústicas.

En la actualidad, muchos intérpretes mexicanos figuran entre los más solicitados de la escena internacional, como el tenor Rolando Villazón (1972), nacido en Ciudad de México (y nacionalizado francés), Javier Camarena (1976), considerado el tenor de las óperas imposibles, y la mezzosoprano Cassandra Zoé Velasco (1990), especialista en bel canto. También está la directora de orquesta Alondra de la Parra (1980), estrella confirmada y en ascenso en la escena internacional. A pesar de su juventud, es invitada regularmente a dirigir las orquestas más prestigiosas de los cinco continentes. Y no olvidemos a Simon Ghraichy, el pianista franco-libanés-mexicano (nacido en 1985), futuro grande de su instrumento.

Los melómanos pueden estar seguros de que en México no faltan oportunidades para escuchar buena música. Por ejemplo, en Semana Santa y Pascua, el Festival Cultural de Zacatecas ofrece conciertos de guitarra clásica, ópera y música de cámara. Más adelante, en agosto, el Festival Internacional de Música de Cámara de San Miguel de Allende ofrece conciertos de cámara (de calibre internacional) en el teatro Ángel Peralta y en varias iglesias de la ciudad. Un poco más avanzado el año, durante las dos últimas semanas de noviembre, el Festival de Música de Morelia ofrece un amplio abanico de conciertos de música clásica. Además del famoso Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México (sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, que ha llegado a ser impresionante en manos de su actual director, Carlos Miguel Prieto), en Puebla el centro cultural Capilla del Arte ofrece música de cámara y ópera, y en Xalapa la Sala Tlaqná, famosa por su perfecta acústica, acoge a menudo a la Orquesta Sinfónica Nacional.

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