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Acabar con la violencia y el narcotráfico

Los acuerdos de paz de 2016 sólo se firmaron con las FARC. El ELN -la otra guerrilla histórica- sigue muy activo en 9 de los 32 departamentos del país, con ambiciones más criminales que ideológicas, y desde hace mucho tiempo. Lejos de emprender acciones conjuntas, el ELN y las disidencias de las FARC (ex guerrilleros que no aceptaron los acuerdos de paz, más los nuevos reclutas, 5.200 combatientes en total para 2022) luchan entre sí en zonas sin ley por el control de los territorios que dejaron vacantes las FARC desmovilizadas. Tanto la guerrilla como los paramilitares gestionan múltiples actividades delictivas: extorsión, secuestro, minería ilegal, contrabando de gasolina, producción y tráfico de drogas, control de lastrochas fronterizas que utilizan los migrantes venezolanos para entrar en Colombia, etc. Las principales víctimas son, como siempre, la población civil, atrapada entre la guerrilla y el ejército regular, y que además debe enfrentarse a las amenazas de los paramilitares de extrema derecha y otros narcotraficantes. Los excombatientes de las FARC que han dejado las armas son especialmente objeto de asesinato (300 entre 2016 y 2021), como ocurrió en los años 80 y 90 con los desmovilizados del M-19 y las FARC. Este es también el caso de los líderes sociales, representantes de organizaciones sociales, de derechos humanos y medioambientales, o de comunidades afrocolombianas e indígenas. En total, al menos 145 defensores de los derechos humanos fueron asesinados en 2021. Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para los activistas, y el más peligroso para los activistas medioambientales (65 muertes en 2020). Una de las principales razones es el incumplimiento de los acuerdos de paz por parte del Estado, que no ha asumido las zonas abandonadas por las FARC. Se han creado pocos programas de reinserción para excombatientes, y la devolución de tierras a los desplazados es delicada, debido a las amenazas a las que se ven sometidos cuando regresan. En cuanto a la lucha contra el narcotráfico, la sustitución de las plantaciones de coca por cultivos legales ha sido un fracaso. Colombia sigue siendo, con diferencia, el mayor productor de cocaína del mundo. La producción sigue siendo más rentable que cualquier otro cultivo agrícola y está en constante aumento. La mayor parte del cultivo de coca se concentra en los departamentos de Norte de Santander, Putumayo, Cauca y Nariño, cerca de las porosas fronteras de Venezuela y Ecuador. Unas 230.000 familias viven de la recolección de la hoja de coca y de la producción de la pasta base, que luego se utiliza para producir cocaína en laboratorios clandestinos.

Reducir la pobreza y la desigualdad

Colombia se ha visto muy afectada por la crisis de Covid-19. En el momento álgido de la contención, se exhibían trapos rojos en las ventanas de los barrios pobres. Los residentes informaban de que no tenían comida para comer y pedían ayuda urgente. En lacuarta economía de América Latina, el 42,5% de la población vive con menos de 3 dólares al día, y el 15,1% en situación de pobreza extrema (menos de 1,90 dólares al día). La clase media representaba sólo el 25% de la población en 2020, frente al 30% del año anterior... El impacto de la pandemia ha afectado especialmente a las pequeñas empresas y a los trabajadores informales (56% del empleo total, excluyendo la agricultura), lo que ha acentuado las ya elevadas desigualdades entre ricos y pobres. Colombia está entre los diez países más desiguales del mundo y el primero de los 37 países de la OCDE. Además, el peso colombiano se ha depreciado frente al dólar (un 14,4% en 2021), lo que ha encarecido los alimentos básicos.

Gestión de los flujos migratorios

Colombia ha sido durante mucho tiempo un país de emigración. En la última década, también se ha convertido en uno de los mayores países de acogida de refugiados y migrantes del mundo. A finales de 2021 habrá casi 1,8 millones de venezolanos en Colombia, lo que representa el 3,2% de la población colombiana. El país, que ya tiene que lidiar con el complejo problema de sus refugiados internos -decenas de miles de colombianos desplazados en su propio país cada año a causa de la violencia y las amenazas de los grupos armados- debe hacer frente a esta afluencia masiva de personas procedentes del país vecino. Estas familias venezolanas, que a menudo llegan tras semanas de caminata, sobreviven inicialmente mendigando o haciendo trabajos mal pagados mientras esperan un visado. A menudo caen bajo la influencia de las mafias (tráfico de personas, prostitución, robos, etc.) y sufren cada vez más de xenofobia. Para permitirles trabajar legalmente y beneficiarse de la asistencia sanitaria, Colombia introdujo en febrero de 2021 un permiso temporal que ofrece un estatus legal protector a los migrantes venezolanos durante diez años. Colombia también es objeto del paso de miles de migrantes haitianos, cubanos, asiáticos o africanos (55.000 personas en 2021) que desean ir a Panamá y luego a Estados Unidos. A menudo permanecen varados durante semanas en la frontera o en el cercano puerto de Necoclí, a la espera de cruzar la temida selva del Darién.

Lucha contra la corrupción

La corrupción es una de las principales lacras del país. Presente en la judicatura y la policía, así como en la vida política, se calcula que representa el 4% del PIB anual y afecta sobre todo a las políticas sociales, especialmente a la sanidad y la educación. En 1995, el caso Samper sacudió al país. La campaña electoral del presidente había sido financiada por el cártel de Cali. Más recientemente, fue Odebrecht quien pagó 27 millones de dólares en sobornos para la adjudicación de contratos públicos en Colombia. El gigante brasileño de la construcción habría financiado a varios partidos políticos durante la campaña de 2014, incluida la del presidente Santos. En 2017, un nuevo caso: el número uno de la lucha contra la corrupción, Luis Gustavo Moreno, fue capturado por su propio departamento, por un sobre de 10.000 dólares recibido por un ex gobernador acusado de corrupción... Los escándalos aparecen en los titulares todos los días. Incluso se organizó en 2018 una consulta popular, una iniciativa ciudadana prevista en la Constitución de 1991, para obligar a los parlamentarios a tomar medidas más eficaces contra la corrupción. No consiguió (por un pequeño margen) el quórum de votantes necesario. Los políticos "tomaron nota" de esta expectativa ciudadana, aparentemente sin ningún cambio notable...

La reforma de la policía

Esta es una de las principales reivindicaciones de las grandes movilizaciones sociales de 2019, 2020 y 2021. Las fuerzas policiales están bajo el control del Ministerio de Defensa y no están capacitadas para hacer frente a manifestaciones pacíficas. Ante marchas mayoritariamente artísticas y festivas (de estudiantes, madres, personas mayores, etc.), el gobierno suele ver sólo "vándalos" y "terroristas". La Unidad Antidisturbios (Esmad) utiliza cañones de agua y gases lacrimógenos, pero a veces también armas letales, como si se enfrentara a guerrilleros o narcos en la selva. La violencia lleva a la violencia y llega a las tragedias del Paro Nacional, con decenas de muertos y desaparecidos, y cientos de heridos, muchos con daños oculares irreversibles. Las Naciones Unidas, entre otras, han denunciado el uso excesivo y desproporcionado de la fuerza por parte de la policía. También existe un problema recurrente de impunidad para los policías y militares, que se someten a la justicia militar y no a la ordinaria.

Salir de la polarización

La polarización política se ha hecho sentir especialmente desde el referéndum organizado por el presidente Santos en octubre de 2016 para que la población colombiana validara los acuerdos de paz. Los partidarios del "no" (que ganó por un estrecho margen) estaban encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe, del Centro Democrático (muy a la derecha), que siempre ha mostrado su hostilidad a cualquier forma de reconciliación con la guerrilla. Plantean la amenaza de una Colombia que podría caer bajo el yugo del comunismo y hundirse en el "castro-chavismo", en referencia a la situación política de Venezuela y Cuba. Las redes sociales, con la ayuda de las fake news, y algunos grandes medios de comunicación, avivarán los miedos y resentimientos de una opinión pública cada vez más dividida. En una sociedad muy desigual, las elecciones de 2018 confirmaron el atractivo de dos candidatos muy distantes en la segunda vuelta, Iván Duque "el que diga Uribe ", que sigue siendo el hombre fuerte de la derecha dura, y Gustavo Petro, exguerrillero del M-19, que fue senador y alcalde de Bogotá, en representación de la izquierda socialdemócrata. Las elecciones de 2022 siguen mostrando una verdadera polarización derecha-izquierda. En el momento de la publicación de esta guía aún no se había elegido al nuevo presidente, pero en la segunda vuelta electoral se enfrentarán Gustavo Petro y el populista de derechas Rodolfo Hernández.

Hacer del turismo el nuevo motor de la economía

El número de visitantes se ha disparado en los últimos años (4,5 millones de turistas internacionales en 2019, frente a los 2,6 millones de 2010), convirtiéndose en la segunda fuente de divisas del país tras el petróleo (40% de las exportaciones). La pandemia ha paralizado el sector, pero los agentes del turismo siguen siendo optimistas y creen que la actividad se recuperará a principios de 2022. El potencial es enorme y los sucesivos gobiernos lo han entendido, apostando por este sector generador de empleo, inversiones y oportunidades, en un momento en que los recursos petrolíferos deberían agotarse en pocos años, aunque los proyectos de fracking (fracturación hidráulica) se pongan regularmente sobre la mesa, para gran disgusto de los ecologistas.