Clima Argentina

Desierto del Diablo, dans la Puna des Andes © Juan Carlos Munoz - Shutterstock.com.jpg
Mer agitée sur le canal de Beagle © Free Wind 2014 - Shutterstock.com.jpg
Perito Moreno © btrenkel - iStockphoto.com.jpg

Teniendo en cuenta la extensión geográfica del país, es fácil entender cómo es posible encontrar casi cualquier clima en el mundo. El estiramiento y la ausencia de barreras montañosas transversales facilitan las influencias climáticas, tanto polares como tropicales. La Cordillera goza de un clima húmedo, el interior de un clima seco y el norte de un clima árido. Al descender hacia Tierra del Fuego, el clima se vuelve "subantártico", caracterizado por los acertadamente llamados cuarenta rugientes y cincuenta aulladores. El tiempo inconstante, el viento indómito, el frío húmedo o el calor sofocante pueden combinarse con fuertes lluvias, mientras que las fuertes marejadas van acompañadas de tormentas oceánicas. Por último, la Argentina está lejos de ser inmune a las consecuencias del cambio climático: el deshielo de los glaciares, las olas de calor y las inundaciones, el país se enfrenta a uno de los desafíos más alarmantes de nuestro tiempo.

Disparidades climáticas

La doble influencia polar y tropical da lugar a altas temperaturas en verano en el norte de la Patagonia, mientras que no es raro que se congele en invierno en el Chaco, que goza de un clima de bosque subtropical, cerca de Paraguay. Además de los contrastes climáticos, Argentina es un país árido: en un tercio del territorio caen menos de 200 mm de agua. Este clima árido y desértico se encuentra principalmente en el noroeste del país y en las estepas del sur profundo. Así, se distingue una Argentina seca de una Argentina húmeda, en la que la humedad y el calor aumentan de sur a noreste. La parte húmeda incluye la Mesopotamia (Noreste), la Pampa Oriental y el Chaco Nororiental, que recibe precipitaciones anuales cercanas a los 2.000 mm. El clima del Nordeste se identifica con un régimen subtropical (precipitaciones repartidas a lo largo del año y temperaturas medias elevadas). En Iguazú, por ejemplo, es probable que llueva todo el año, aunque los meses entre octubre y marzo son los más lluviosos. La Argentina seca incluye la Puna, la vertiente oriental de los Andes (excepto la región de Tucumán) y las partes occidentales de La Pampa, el Chaco y la Patagonia. Este conjunto delimita una diagonal árida, que se puede trazar en un mapa desde el noroeste (Puna) hasta el sureste de la Patagonia. Cabe destacar que en el noroeste, a lo largo de la Cordillera, el clima andino es fresco y soleado. En el sur, las precipitaciones suelen ser de nieve y las temperaturas descienden considerablemente cerca de la zona fría y polar, acompañadas de condiciones meteorológicas imprevisibles (viento, nieve, tormentas, etc.). Por último, en la región de Mendoza, a lo largo de la frontera con Chile, con su clima seco y templado, las condiciones son óptimas para la industria del vino. El clima cálido y seco de la región se ve contrarrestado por su proximidad a la cordillera de los Andes, a una altitud de entre 800 y 1.200 metros.

El clima hostil de la Patagonia

"La estepa patagónica invita a los humanos al silencio, porque la poderosa voz del viento siempre dice de dónde viene y, cargada de olores, cuenta todo lo que ha visto", dice el escritor chileno Luis Sepúlveda en su libro Dernières Nouvelles du Sud (Últimas noticias del sur). Nada se detiene por mucho tiempo en la inmensa tierra patagónica, ni el sol, ni la lluvia, ni la nieve, ni la niebla, el tiempo de cerrar los ojos y volver a abrirlos el clima ha cambiado y el viento ha empujado el paisaje, cada vez más lejos, hacia el horizonte. Porque aquí en la tierra como en el cielo, el viento es dueño de todas las cosas. Y si es invisible, es sin embargo responsable del más mínimo relieve de un paisaje que ha forjado a lo largo del tiempo: los árboles, cuyos troncos se curvan hacia el suelo, la erosión y el color de las rocas, las olas de las lagunas cristalinas... Cuanto más al sur se aventura, más violentos y espantosos se vuelven los vientos, y con razón se les ha bautizado con el 40º rugido y el 50º aullido. Aunque han dado forma a las rutas marítimas, estos vientos impredecibles son los más hostiles del planeta. Hay un famoso proverbio marino que lo dice bastante bien: "A 40 grados, no hay ley, pero a 50 grados no hay Dios". Detrás del dicho, hay una realidad científica: el conflicto de temperatura entre las aguas heladas de la Antártida y las corrientes cálidas que rodean el continente con hielo. Por lo tanto, este encuentro tiene el efecto de un choque meteorológico y causa una multitud de de depresiones, drenando un oleaje cada vez más importante: las olas pueden entonces alcanzar hasta 30 metros de altura... En la Patagonia, cuatro estaciones pueden ocurrir en un solo día: viento, nieve, lluvia o sol, ¡puedes esperar cualquier cosa! Es más, aquí el clima escapa a toda lógica, no es porque te diriges al sur que las temperaturas bajan: en Río Gallegos, las temperaturas pueden bajar hasta -20°C, pero en Ushuaia, a menos de 4.000 kilómetros del Polo Sur, el mercurio raramente baja de -21°C. Esta incapacidad para conocer la situación del tiempo ha dado lugar a un dicho entre los patagones: "Quien se apura en la Patagonia pierde el tiempo". La naturaleza juega un papel tan fundamental en los viajes y las actividades diarias que cuando hace mal tiempo, es mejor esperar a que suceda y quedarse en casa! Finalmente, la alegría de viajar a los confines del mundo durante el verano austral: mientras que el sol se derrite en el horizonte alrededor de las 5pm en enero, la noche no cae hasta las 11pm en Ushuaia, y el sol regresa alrededor de las 4am. Las noches son cortas, es muy agradable cuando te gusta el senderismo.

El cambio climático

Por supuesto, Argentina no es inmune al gran problema del cambio climático, sino todo lo contrario: al calentarse más rápido, las regiones polares son las más afectadas. A medida que se derriten los casquetes polares, la Patagonia argentina está experimentando los efectos más graves y devastadores del calentamiento global, desestabilizando sus ecosistemas y reduciendo su biodiversidad. En 2019 fue la primera vez que se establecieron récords de calor en latitudes tan altas en el hemisferio sur. Las temperaturas alcanzaron valores extremos en la provincia de Santa Cruz: hasta 38,2°C en Perito Moreno y 35,8°C en Río Gallegos. Además, un fenómeno raro y alarmante, es la primera vez que la temperatura supera los 30°C en Tierra del Fuego. Por último, en febrero de 2020, la Antártida argentina registró temperaturas récord de 18,3°C, más precisamente en la Base Esperanza: se trata de la temperatura más cálida jamás registrada en el continente helado. El récord anterior era de 17,5°C en 2015. El deshielo de los glaciares se está acelerando en la región, especialmente desde que el A68, el mayor iceberg del mundo, se desprendió de la Antártida. Esta histórica ola de calor se vio compensada por temperaturas por debajo de lo normal: hasta -25°C en San Carlos de Bariloche y en la estación de esquí de San Martín de los Andes en la Patagonia, un récord que no se veía desde 1963. Como consecuencia del cambio climático, los glaciares retroceden y vierten grandes cantidades de agua dulce en el océano como si fueran grifos abiertos. La composición del agua está cambiando y esto tiene un impacto en todo el ecosistema marino. El glaciar Perito Moreno, con fama de ser uno de los únicos glaciares de la Patagonia que no retrocede, es víctima de este calentamiento global. El glaciar Upsala, uno de los mayores de la región, es el que más ha retrocedido en los últimos 50 años: retrocede casi 300 metros y pierde 20 metros de espesor al año. De los 18.000 glaciares de los Andes, el deshielo se ha acelerado desde el año 2000 en la región sur de la Patagonia: los gigantes de hielo, cada vez más frágiles, están perdiendo una media de 15 metros de espesor. Aunque se han vuelto cada vez más frágiles, son sensores que indican el estado de salud de nuestro planeta e importantes reservas de agua estratégicas para el futuro. Afortunadamente, los estudios científicos se multiplican y los turistas son cada vez más conscientes del destino de los glaciares, de su retroceso y del calentamiento global. Los museos, como el Glaciarium de El Calafate, pretenden educar a la población y a los turistas sobre estos temas. En la cordillera de los Andes, cada vez hay menos nieve (en un siglo, algunos picos han perdido el 60% de su nieve) y el invierno es cada vez más suave. El cambio climático también se manifiesta en la pampa, con picos de calor que se cobran un alto precio en la flora y la fauna: durante la ola de calor de 2008, murieron más de un millón y medio de vacas. Más recientemente, en 2019 y 2020, la sequía en Argentina supuso una gran amenaza para la producción de trigo. En la costa atlántica aumentan las inundaciones y la subida del nivel de las aguas amenaza los balnearios. En Mendoza, la agricultura también se vio amenazada: la falta de nieve se hizo sentir cada vez más con la llegada de la primavera. En el momento del deshielo, el agua debe regar las laderas de las montañas, llenar los lagos y regar el suelo. Ahora los ríos y lagos están cada vez más secos y la hierba es cada vez más escasa. A principios de 2020, una tormenta de granizo en la provincia de Córdoba llevó a un equipo de investigadores a proponer una nueva categoría de granizo: ¡el diámetro de los granizos era de entre 19 y 24 centímetros! Denominada "granizo gargantuesco", esta precipitación excepcional, que aún se está estudiando, causó numerosos daños: tejados perforados, parabrisas impactados, ventanas rotas... ¡un gran potencial destructivo! Además, el calentamiento global está dando paso a microclimas más favorables para la agricultura: el vino patagónico, nacido en la década de 2010, es el más austral del mundo. Ventana a un futuro que no parece muy halagüeño, el sur de Argentina está resultando, sin embargo, un muy buen laboratorio para los científicos: la región alberga una cadena de acontecimientos que deberían observarse en otros ecosistemas en las próximas décadas. Varios científicos han instalado sondas allí. Siguen la evolución de los ecosistemas e intentan anticiparse al calentamiento global en los demás mares del mundo. Por último, en el 50º Día Mundial de la Tierra, el 22 de abril de 2020, el Papa Francisco animó a los jóvenes a salir a la calle (tras verse obligados a hacerlo por la pandemia mundial del Covid-19) para salvar un planeta "contaminado y saqueado": el pontífice argentino reprocha a los dirigentes de su propio país una respuesta demasiado débil.