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Una sociedad con valores muy tradicionales

Perú sigue siendo una sociedad mayoritariamente conservadora, que aún proyecta cifras de referencia tranquilizadoras para la comunidad. La familia está en el centro de todo aquí, contra todo pronóstico. El vínculo familiar es un valor esencial para muchos. No es raro ver a varias generaciones viviendo juntas bajo el mismo techo (que se hace más grande a medida que se construyen pisos para acomodar a los hijos, sus familias y luego los nietos). Recién en Lima, por ejemplo, se ha comenzado a ofrecer áreas pequeñas, por lo que esta búsqueda de independencia, que parece caracterizar a nuestras sociedades europeas, está exenta del esquema social peruano. Este apego familiar parece trascender las diferencias sociales

Por otro lado, Perú sigue siendo un país machista. La violencia doméstica es un grave problema en el Perú: según las estadísticas de la justicia, 132 mujeres fueron asesinadas en 2020 por sus parejas y hubo 204 intentos y 59 muertes violentas de mujeres aún no dilucidadas con precisión. En 2011 se reconoció por fin el delito de "feminicidio", castigado con 15 años de cárcel, pero las cifras no disminuyen, sino todo lo contrario. Hoy en día, cada vez más mujeres se implican en la lucha contra la violencia de género. El movimiento #niunamenos recorre las calles de Lima cada mes de agosto y da la voz de alarma en cuanto se registra un caso. Una policía que no escucha y una justicia que todavía, con demasiada frecuencia, falla a la ligera, son puntos que las asociaciones denuncian continuamente. La violencia ordinaria también existe en los pueblos rurales aislados, donde las víctimas no tienen acceso a un apoyo suficiente ni siquiera para denunciar los abusos que han sufrido

Los avances en temas como el aborto o la homosexualidad son inexistentes. Si se celebran debates, se posponen sistemáticamente sin que el país avance en estas importantes cuestiones. Hay algunos focos de progreso, pero la gran mayoría se esconde sabiamente bajo una fachada suave y armoniosa.

Derechos sociales precarios

Precariedad. La cifra media del INEI para los ingresos medios de los hogares peruanos sigue siendo baja: 1.325 soles o unos 340 euros. El salario medio en Lima es ligeramente superior, pero también lo es el coste de la vida. Si a esto le sumamos la gran precariedad de derechos, no es nada fácil vivir el día a día en Perú. Sólo el 50% de la población está asociada al sistema bancario, cifra que varía muy ligeramente en función de la población activa y/o urbana, pero sigue habiendo una media del 40% de peruanos que viven el día a día en el seno de una economía informal que, además, se ha visto paralizada por la crisis de Covid. Estos trabajos precarios e itinerantes reaparecieron al cabo de unos meses, según la necesidad, y explican en parte la rápida propagación del virus en una población poco protegida

Salud. Según el INEI, el 81,3% de los peruanos tiene acceso a la seguridad social. Desde 2002, el gobierno peruano ha introducido un plan de seguro integral de salud (SIS) diseñado para garantizar el acceso de los más pobres a los servicios sanitarios básicos, y ahora representa el 50% de los asegurados, lo que significa que muy pocas personas tienen todavía una protección social completa. El SIS todavía tiene que demostrar su eficacia, especialmente en las zonas rurales, donde el acceso a la atención y los medicamentos es difícil. El sistema público de Essalud tiene bastante mala reputación debido a la masificación de los hospitales y a la falta de medios, mientras que el sistema privado es muy caro. En general, la sanidad es muy cara y la automedicación es la norma. El Covid-19 se ha cobrado víctimas en todas las clases sociales de Perú. Se hizo imposible encontrar camas de cuidados intensivos, pero muchas víctimas también optaron por morir en casa para no añadir una carga económica a sus familias. Como en otros lugares, el precio de los balones de oxígeno subió, se formaron colas interminables y sólo la solidaridad familiar permitió en algunos casos salvar a los pacientes con costes hospitalarios totalmente desorbitados

Lajubilación es otro tema en el que las situaciones son muy desiguales. Desde principios de los años 90, Perú ha reestructurado su plan nacional de pensiones trasladando la responsabilidad social del sistema a la responsabilidad individual (ahorro individual obligatorio y planes de pensiones privados y voluntarios). Este sistema privado sólo cubre el 7% de los hogares más pobres. El ex presidente Ollanta Humala instauró una pensión mínima de vejez en 2011 (el programa Pensión 65). Este sistema cuenta con más de 500.000 beneficiarios que reciben 250 soles cada dos meses. La esperanza de vida es ahora una media de 77,2 años. Las clases medias han sobrevivido en parte a la crisis porque el Gobierno ha abierto el derecho a recuperar estos fondos de pensiones privados por adelantado, con un límite máximo. Muchos de ellos han solicitado esta medida, que ha solucionado el "aquí y ahora". Entre abril de 2020 y febrero de 2021, 6,8 millones de afiliados retiraron 32,7 millones de soles. Sólo un millón de afiliados dejaron su fondo de pensiones sin tocar. Esta verdad económica ha ayudado a sostener la recuperación y la reactivación, pero también anuncia una mayor precariedad en el futuro

Los retos de la educación

Como el resto, el sistema educativo de Perú tiene dos niveles. En el sector público, las clases suelen estar masificadas. Los profesores del sector público también tienen mala fama: cobran tan poco que tienen que buscarse otro trabajo aparte. En casi todas las escuelas (públicas y privadas) los alumnos llevan uniforme. Los del sector privado (y muy caro) suelen estudiar durante periodos más largos, a veces hasta la universidad (también de pago). Tanto en los colegios públicos como en los privados, las clases suelen impartirse por la mañana. Según el INEI (Instituto Nacional de Estadística), la tasa de analfabetismo en Perú es del 5,2% (2,7% para los hombres y 7,6% para las mujeres). Las cifras de acceso a la educación también seguían una curva de mejora constante antes de la crisis.

Las escuelas han permanecido cerradas en Perú desde el comienzo de la crisis de Covid y nunca han vuelto a abrir. ¡Más de un año y medio! El proceso de reanudación de las clases semipresenciales comenzó en abril de 2021 en las zonas rurales donde el acceso a Internet es difícil. Entonces, el nuevo gobierno decidió finalmente dejar que las escuelas definieran "aperturas semipresenciales con criterios flexibles, progresivos, voluntarios y seguros en lo que respecta a las normas sanitarias". En los casos más privilegiados, los sistemas de enseñanza a distancia han permitido mantener un vínculo escolar, pero sólo en 2020, 230.000 niños abandonaron el sistema. Según un estudio del Ministerio de Salud peruano (Minsa) y UNICEF, más del 30% de los niños y adolescentes del país sufren discapacidades cognitivas y mentales. La crisis habrá costado muy cara a las generaciones futuras. Y las diferencias no han hecho más que aumentar durante este largo paréntesis en un país donde sólo el 31,7% de la población posee un ordenador

La llegada al poder de un ex-profesor provincial creó algunas ilusiones sobre una próxima y necesaria reforma de la educación, pero pronto ahogada bajo los asuntos del gobierno, no se llevó a cabo ninguna reforma importante. Esperemos que su sucesor lo haga mejor.

Crónicas del racismo ordinario

Desde 2010, el Ministerio de Cultura peruano cuenta con un Viceministerio de Interculturalidad para mantener la vigilancia y las directrices para evitar la discriminación de cualquier tipo de ciudadano o pueblo. Y esto sí que está penado por la ley. Sin embargo, el 53% de los peruanos considera que sus conciudadanos son racistas: hacia las minorías quechua o aymara que no dominan el español, hacia la población afroperuana o las etnias amazónicas. En una sociedad que es un crisol de culturas, el racismo es bastante difícil de definir. Por ejemplo, se utilizan muchos apodos que podrían considerarse discriminatorios, incluso dentro de la familia para referirse a los demás: casi todas las familias tienen su "gordo", "flaco", "chato" (pequeño), "chino" (con rasgos asiáticos), "negro o negra" (con color de piel más oscuro), "cholo" (con rasgos andinos) o incluso "gringo" (el más blanco de todos) sin que nadie se ofenda. Pero estos mismos adjetivos en otro contexto marcan una categorización social muy arraigada. Aquí también se lee al otro a través de su color de piel. El sistema dominante, blanco o mestizo e hispanohablante, es estructuralmente excluyente y las cosas se esfuerzan por cambiar. Los indígenas y los afroperuanos están poco representados políticamente, en los organismos económicos o culturales. Algunos autores y pensadores jóvenes abogan por el despertar de las identidades en la sociedad y las cosas se van moviendo poco a poco. Están surgiendo jóvenes cantantes quechuas como Renata Flores o Liberato Kani. La moda también es cada vez más inclusiva y se aleja de los marcadores de identidad (tejidos autóctonos, colores) para asociarlos a otros. El camino es largo. También en este caso, la llegada a la escena política de Pedro Castillo, que lleva casi constantemente el tradicional sombrero de paja de Cajamarca, es un fuerte paso simbólico. La campaña en sí no estuvo exenta del racismo ordinario que no hace más que entorpecer a una sociedad que esconde a muchos de sus talentos más creativos entre estas minorías. Ellos también son portadores de la inigualable resiliencia y constante reinvención que caracteriza a esta joven sociedad peruana, que se busca a sí misma, pero que poco a poco va dibujando un rostro diferente del Perú.