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Geografía y población

El país es extenso, muy montañoso y muy diverso en sus paisajes: costas casi subtropicales en el noreste, regiones mediterráneas, estepa continental en el interior, más de la mitad de su superficie supera los 1000 m de altitud. En 2022, Turquía tenía 83 millones de habitantes. Y aunque su dinámica se haya ralentizado al ritmo europeo, su población alcanzará probablemente los 85 millones en 2025.
Son las partes más conservadoras de la población, como por ejemplo la comunidad kurda, las que mantienen una fertilidad elevada. Además, desde su llegada al poder, Erdoğan ha fomentado fuertemente la natalidad, considerando que el número mínimo de hijos por mujer es de tres. Ha hecho del peso demográfico, en relación con los europeos, los Balcanes o la cuenca mediterránea, un componente de la política del país.
Turquía es ahora un país altamente urbanizado, con más del 75% de su población viviendo en ciudades. Las concentraciones urbanas, donde vive la mayoría de la población y se concentran las actividades, contrastan con vastas zonas rurales despobladas y descuidadas. Y este contraste se ve amplificado por la falta de gestión del campo, la ausencia de una política de ordenación del territorio y la inexistencia de regiones administrativas.

Economía

Turquía entró en la economía industrial y de servicios a finales de los años 1980. Exporta principalmente productos manufacturados y servicios. Su agricultura, en cambio, lucha por hacer frente a la competencia internacional. Este último sector aún no está cubierto por el acuerdo de unión aduanera con la UE, aunque está en vigor desde principios de 1996. La economía sumergida sigue estando muy presente en el país. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres, que siguen participando poco en la economía formal, con la tasa más baja de los 52 países de la OCDE.
El crecimiento dinámico de Turquía se basa en las exportaciones, en el desarrollo de la producción de electricidad y en el consumo gracias al uso del crédito fomentado por la política económica del Gobierno. Sin embargo, desde 2018, Turquía ha experimentado una sucesión de crisis económicas y monetarias con una inflación récord en 2022 del 85%. Los precios se disparan y los turcos siguen viendo caer en picado su poder adquisitivo mientras la lira turca se desploma. En 2022 perdió un 28% de su valor frente al dólar, y en 2021 se había desplomado un 44% frente al billete verde.
Por otra parte, Turquía aún no ha asumido plenamente su diversidad interna desde el punto de vista político. La cuestión kurda sigue en punto muerto. En este punto, el país aún no se ha pacificado. Aunque los sucesivos gobiernos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) han realizado esfuerzos sin precedentes en este ámbito, persiste la tentación de resolver el problema por la fuerza. Las acciones militares de los turcos en Siria, pero también el atentado del 13 de noviembre de 2022 en Estambul, han socavado la reanudación del diálogo con esta minoría. Además, la inestabilidad de varios países fronterizos con Turquía, de Georgia a Siria, no favorece la aparición de una solución a este conflicto kurdo crónico.

En junio de 2023 se celebrarán elecciones presidenciales y parlamentarias. El presidente Erdogan, en el poder desde 2003, se presentará a un nuevo mandato. Único miembro de la OTAN que no ha aplicado sanciones a Rusia desde el inicio del conflicto en Ucrania, Turquía ha visto cómo el comercio con Moscú aumentaba un 40% en los seis primeros meses de 2022. El país desempeña un papel diplomático de mediación entre las partes enfrentadas. En 2022, Ankara también restableció relaciones diplomáticas con Israel tras doce años de suspensión.

La cuestión europea

Turquía es candidata a la adhesión a la Unión Europea desde 1987, pero los europeos no la reconocieron hasta 1999. Este deseo de acercamiento a las autoridades europeas ha llevado al país a aplicar cambios acordes con los derechos y libertades. Sin embargo, la entrada del país en la UE es objeto de debates recurrentes desde hace veinte años, ya que las cuestiones vinculadas a su aceptación plantean interrogantes de carácter histórico, religioso, demográfico y geopolítico. Plantea cuestiones sobre las fronteras del continente europeo, el peso del islam, el peso político de este nuevo entrante, campeón demográfico, y otros muchos escollos geopolíticos como el reconocimiento de la República de Chipre.
Hoy en día, con todas sus potencialidades, contradicciones y zonas grises, ni siquiera parece plantearse una posible entrada de Turquía en la Unión Europea. Las numerosas medidas autoritarias y los excesos del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan no ayudan, y todos los signos se interpretan como «agresiones ostensibles» contra los valores propugnados por la Unión. En efecto, el país se ha distanciado de los interlocutores europeos: detenciones arbitrarias tras el golpe de Estado fallido de 2016, omnipotencia presidencial, intervenciones militares en Siria, denigración de algunos socios de la UE, demostraciones de fuerza en el Mediterráneo oriental, etc. El horizonte de la Unión parece muy lejano..

Ecología

En el ámbito del medio ambiente y la ecología, Turquía puede considerarse un país en vías de desarrollo. El país se replegó en sí mismo durante muchos años, pero no fue hasta la llegada del primer ministro Turgut Özal, que sucedió a un régimen militar en 1983, cuando el país cambió a una economía liberal. Lo que siguió fue una película trepidante: auge del turismo, auge del sector de la construcción, industrialización excesiva, una serie de privatizaciones... el escenario es bastante clásico. Al mismo tiempo, la desintegración de la URSS hizo que los equilibrios regionales fueran delicados; la ecología, naturalmente, no era la principal preocupación.
Incluso hoy, las leyes medioambientales son difíciles de aplicar y el país se enfrenta a deficiencias en la educación y a la falta de inversiones en este ámbito. Todos estos factores contribuyen a situar el medio ambiente y la ecología al final de la lista de prioridades del gobierno.
La naturaleza, por su parte, no perdona ciertas negligencias, como la deforestación. La erosión del suelo es una auténtica espada de Damocles. Se calcula que el 85% de la superficie del país está afectada en mayor o menor grado, ¡y el 58% se encuentra en un estado preocupante! El proyecto de construir centrales nucleares en suelo turco dentro de unos años (en un futuro muy próximo) es también uno de los grandes retos a los que se enfrentan los ecologistas. Las presas son otro punto negro en la protección del medio ambiente. Sin embargo, se multiplican. Ante la escasez de electricidad, el Estado turco ha puesto en marcha vastos proyectos de construcción de presas, en detrimento de la fauna y la flora devastadas por las infraestructuras, pero también de los habitantes y los edificios históricos. El tristemente célebre (y muy reciente) ejemplo de Hasan Keyf, en el sureste del país, es un ejemplo flagrante de esta política que, en la lógica de la eficacia y el beneficio, ignora el pasado y el patrimonio. Una presa hidroeléctrica ha condenado a la ciudad milenaria. La ciudad histórica y sus monumentos se hundieron bajo las aguas del Tigris en abril de 2020.
El movimiento ecologista turco es todavía muy joven y no tiene una base muy sólida y bien establecida en el panorama político del país. No surgió hasta principios de la década de 1980. El término medioambiente apareció por primera vez en la Constitución de 1982 (en el artículo 56). Un año después se promulgó una ley y siguieron varios decretos que favorecían el papel de la Compañía de las Aguas (DSI).
Afortunadamente, todas las señales actuales muestran un cambio de rumbo importante y el número de ecologistas va en aumento. Aún queda mucho camino por recorrer y existen importantes desigualdades regionales, pero los esfuerzos son alentadores. Las acaloradas negociaciones con los organismos de la UE y la buena voluntad mostrada por las autoridades son otra esperanza en este ámbito. Los Verdes, antaño feroces opositores al régimen turco, se han convertido en los últimos años en firmes aliados en la espinosa empresa de la UE. Por otra parte, aquí y allá vemos proyectos en favor del medio ambiente colectivo, que van desde la rehabilitación de varias cuencas, como las de Gediz o Menderes (mar Egeo), hasta la aceleración de la reforestación. Por desgracia, el medio ambiente marítimo sigue siendo el pariente pobre de la política medioambiental turca. Inaugurado en marzo de 2022, el puente de los Dardanelos une Europa y Asia con 2023 metros de luz, es el puente colgante más largo jamás construido por el hombre.