Música tradicional

En Honduras, una de las tradiciones más visibles (y audibles) es la de los garífunas, uno de los grupos étnicos afrodescendientes más numerosos del país (que se celebra cada 12 de abril durante la Fiesta Garífuna). Uno de los pilares de su cultura es la punta, un estilo que combina ritmos de África Occidental y amerindios y relata los problemas cotidianos de la comunidad mediante canciones acompañadas de percusión, xilófonos e instrumentos de viento. Es un estilo que ha evolucionado con el tiempo, abrazando ahora los códigos del pop y el rock.

La ciudad de Trujillo es el mejor ejemplo de esta tradición, y más concretamente el Barrio Cristales, que acogió a los Garifunas cuando llegaron.

En Honduras, aunque el grupo Banda Blanca -con su éxito Sopa de Caracol, una mezcla de música garífuna y punta- es posiblemente una de las entidades musicales del país con más éxito en el extranjero, otros artistas dominan el mercado nacional (y los corazones de los hondureños). Entre ellos, Guillermo Anderson (fallecido en 2016), guitarrista muy preocupado por el medio ambiente y uno de los músicos más queridos de Honduras, y Javier Monthiel, que incursionó en todos los estilos (bachata, merengue, variedad romántica, etc.), lo que sin duda le ha convertido en una de las figuras más importantes de la música hondureña.

Música contemporánea

La música y la danza de Honduras están marcadas por la influencia cultural de Cuba. Como en el resto de Latinoamérica, el reg uetón es un género clave en Honduras. Nacido entre Panamá y Puerto Rico, este derivado del ragga jamaicano es mucho más que una simple "hispanización" del dancehall: es un estilo (y un mundo) propio, con sus propios códigos. Un mundo que ha seducido a Honduras y que han encarnado artistas como Cruzito y Menor Menor.

La escena del hip-hop, el rap y el R&B también está muy desarrollada en Honduras. Es descendiente directo de la salsa, el merengue y el reggaetón, con una serie de influencias estadounidenses que llegaron a Honduras a finales de los años noventa.

Danza

Aunque la punta es una forma musical, es sobre todo el baile lo que la caracteriza. Lo interpreta una pareja que se mueve en un círculo formado por los demás bailarines o espectadores. Los movimientos imitan la forma en que un hombre y una mujer se cortejan, buscándose y luego huyendo el uno del otro, hasta que uno de ellos se aburre y abandona la pista de baile, dejando paso a otra pareja.

Otros estilos tradicionales mantenidos por la comunidad garífuna han dejado su impronta, como la parranda, el dugu y el wanaragua (bailado por hombres vestidos de mujer, simboliza la guerra y la herencia africana). El país también cuenta con cientos de danzas tradicionales, divididas en tres grandes familias: danzas criollas, danzas indígenas y danzas afrocaribeñas. Las más comunes son el sique, el rascado, el zapateado o cruzado, las polcas, los valses y las marchas. El arte del malido wanaragua, un cruce entre danza y teatro, también cuenta con bailarines enmascarados que representan una batalla.

En general, las fiestas patronales y los carnavales de cada una de las ciudades son la mejor oportunidad para acercarse a estas coloridas y festivas muestras de la danza hondureña. Por supuesto, el Carnaval y Feria Isidra de La Ceiba, en torno al 15 de mayo, en honor a su patrón, San Isidro Labrador, es el principal carnaval del país (¡más de 500.000 visitantes al año!), pero también están el Carnaval del Jamo de Olanchito, en conmemoración de su patrón, San Jorge, el Carnaval y feria juniana de San Pedro Sula y la Feria patronal de Santa Rosa en Copán.

Teatro

En el siglo XVIII, a medida que las diversas tendencias culturales tomaban forma en Honduras, surgió también un movimiento teatral: conocido como la pastorela, cobró vida por primera vez en 1750 con una representación del "Diable Cojuelo" de Luis Vélez de Guevara en la ciudad de Comayagua. El impulso no se hizo esperar y se construyó un teatro para dar cabida al creciente número de representaciones. En 1915 se terminó de construir el Teatro Nacional Manuel Bonilla. El teatro no era la única forma de arte que se podía encontrar aquí, ya que también había ópera (incluida la zarzuela, el típico teatro lírico español) y danza.

Entre los autores de pastorelas más conocidos se encuentran José Trinidad Reyes, Ramón Amaya Amador, Tito Ochoa y Rafael Murillo Selva, cuyas obras siguen siendo muy representadas.