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La pintura imigongo, una práctica tradicional

Ruanda es conocida por su pintura imigongo, elaborada tradicionalmente por mujeres con estiércol de vaca. Dominadas por motivos geométricos o espirales, en tonos principalmente negros, blancos o rojos, estas obras únicas se encuentran con mayor frecuencia decorando el interior de las casas, pero también pueden encontrarse sobre cerámica o directamente sobre lienzo. El estiércol se mezcla con ceniza, que elimina bacterias y olores, y después se endurece y colorea. El lugar de origen de esta práctica es la región de Nyakarimbi, en la Provincia Oriental, cerca de la frontera con Tanzania, donde se sigue elaborando según las reglas ancestrales del arte. Durante el genocidio de 1994, esta técnica, que forma parte del patrimonio ruandés, estuvo a punto de desaparecer, antes de que una cooperativa de mujeres de la carretera de Rusumo, en la provincia oriental de Kirehe, salvara y reviviera la práctica. Aunque se siguen produciendo diseños geométricos tradicionales, estas artistas experimentan con imágenes cada vez más libres que comunican el espíritu del paisaje ruandés, su flora, su fauna y su gente. En la actualidad, se pueden encontrar una gran variedad de imigongo modernos, desde geométricos hasta figurativos.

El arte contemporáneo, una herramienta para la reconstrucción política

Hoy en día, el arte contemporáneo ruandés es una valiosa herramienta de memoria, comunicación, expresión y reflexión, un motor de cambio social. Uno de los artistas representativos de esta misión es el escultor Jean-Baptiste Sebukangaga, cuya obra aborda muy directamente la cuestión del genocidio. Cofundador de la primera y única escuela de arte del país en Nyundo (1962), es una de las figuras más importantes del arte ruandés desde la independencia. Superviviente del genocidio tutsi, se convirtió en un artista destacado a finales de la década de 1990, y el gobierno ruandés le encargó varios proyectos conmemorativos. Uno de los más famosos es su obra de 1998 en el aeropuerto de Kanombe, en Kigali.

Uno de los eventos clave en cuanto a creación actual es el festival Ubumuntu ("ser humano"), que se celebra anualmente desde 2015 y tiene lugar tras la última semana de los 100 días de conmemoración del genocidio de 1994. Reúne a artistas locales e internacionales y se celebra en el anfiteatro al aire libre del Centro Conmemorativo del Genocidio de Kigali. Actuaciones, talleres, visitas guiadas: las actividades del festival son variadas. Su comisaria, la joven Hope Azeda, se ha convertido en una figura clave del mundo del arte ruandés.

Otro lugar clave para descubrir el arte ruandés es el Ivuka Arts Center de Kigali, a la vez estudio y galería, dedicado a las artes visuales, la escultura, pero también a la performance y la artesanía. Según Patrick Nizeyimana, su director, el objetivo del lugar es dar esperanza a la juventud ruandesa a través de la creación.

Por último, para tener una visión general de la escena contemporánea ruandesa, recomendamos el documental de la directora Sarine Arslania, titulado RWANDArt, que pone de relieve las nuevas generaciones de artistas locales. Por ejemplo, descubrimos la obra del pintor y escultor Bruce Niyonkuru, una figura local, nacido en Burundi pero residente en Ruanda desde los ocho años. Aunque, según él, "el arte todavía no se toma en serio" en Ruanda, está convencido de su valor para crear una sociedad armoniosa y por eso organiza numerosos talleres y encuentros.

El reciente desarrollo de la fotografía

Durante mucho tiempo reservada a una élite económica y cultural, la fotografía se está popularizando en Ruanda. En la capital, desempeña un papel importante en este proceso el Centro de Fotografía de Kigali, primera institución de este tipo en el país. Situado en la zona residencial de Kacyiru, el lugar ofrece un ambiente tranquilo y relajante, propicio a la creación y el descubrimiento. Su objetivo es promover la fotografía ruandesa e internacional, y ofrece apoyo a los artistas locales emergentes mediante actividades educativas (encuentros, talleres), residencias o la cesión de equipos y espacios.

Este proyecto fue iniciado por el fotógrafo Jacques Nkinzingabo, que vive y trabaja en Kigali. Fotógrafo autodidacta, está especializado en fotografía documental y se esfuerza por mostrar una nueva imagen del país, documentando su belleza y resistencia. Sus fotografías se centran en temas como la diversidad cultural, la memoria, la migración o la identidad, y cuentan otra historia del país dando voz a quienes no la tienen. Además de su práctica personal y su trabajo en el centro, Nkinzingabo es cofundador del Festival de Fotografía de Kigali y de la Fundación KwandaArt, que ayuda a promover la comunidad fotográfica y artística de Ruanda a través de diversos eventos.

Arte callejero, escultura: el arte público en el corazón de la renovación cultural

A medida que se desarrolla la escena cultural en Kigali, el arte callejero adquiere cada vez más importancia. Esta evolución se debe en gran medida a la acción de una asociación ruandesa llamada Kurema Kureba Kwiga, literalmente "crear, ver, aprender", que desde 2013 tiene como objetivo fomentar la colaboración entre comunidades a través de la expresión artística. Es así a la iniciativa de los numerosos murales que cubren las paredes de la ciudad y son ahora parte integrante de la identidad artística de Kigali. Legales y a menudo apoyados por el gobierno, decoran tanto pequeñas calles como importantes edificios públicos. Se abordan temas como la protección del patrimonio cultural, la integración de los refugiados, el feminismo, la preservación del medio ambiente o la lucha contra el VIH. También es una oportunidad para entablar un diálogo con artistas de otros países. Recientemente, por ejemplo, el artista callejero europeo de fama internacional ROA visitó Ruanda en el marco de una colaboración entre Kurema, la Embajada de Bélgica y la Junta de Desarrollo de Ruanda. Como su obra se centra principalmente en la conservación de la biodiversidad animal, los murales públicos creados durante esta colaboración siguen este mismo tema, como el que decora la sede del Parque Nacional de los Volcanes.

La escultura pública también cuenta con el firme apoyo de las autoridades, que han comprendido su potencial simbólico en la labor de reconciliación política. Así, varias estatuas salpican la ciudad, añadiendo una dimensión histórica al paisaje urbano. A veces es simplemente la cultura local la que se pone de relieve, con el fin de hacer la capital más alegre, más agradable para sus habitantes y más atractiva para los visitantes, como la enorme estatua de los tres bailarines de la rotonda de Sonatube, que interpretan la danza tradicional Umushyayayo, símbolo de la hospitalidad y la alegría de recibir a los visitantes. También es un mensaje de unidad e igualdad de género.