Los comienzos

El año 1962 fue doblemente importante para la literatura chadiana francófona, ya que vio surgir dos textos que seguían los pasos de la tradición oral pero que, sin embargo, marcaron un giro decisivo. El primero fue una obra de teatro, La Dot, escrita por Palou Bebnoné, animador cultural y profesor de secundaria, que la presentó en el Concours Théâtral Interafricain (CTI) organizado por RFI. Volvió a hacerlo tres años más tarde con Kaltouma, pero estas dos obras nunca se publicaron, a diferencia de la tercera, Mbang-Gaourang, publicada por la coopération DAEC en 1974. El segundo texto conocido es una colección de catorce cuentos y leyendas que, por otra parte, se reimprimió una y otra vez y permanece hoy en el catálogo de la editorial Présence africaine. Esta colección, Au Tchad sous les étoiles, fue idea de Joseph Brahim Seid (1927-1980) - futuro Ministro de Justicia -, que quería garantizar la transmisión de su cultura a las generaciones futuras. Desgraciadamente, esta importante transición de la tradición oral a la escritura no se tradujo en una producción rápida y abundante, ya que las guerras civiles que asolaron el país a partir de 1972 paralizaron el proceso. Sin embargo, y no es una paradoja, fue la Historia, con mayúsculas, el terreno fértil -aunque a menudo ácido- en el que se inspiró la primera generación de escritores. Antoine Bangui-Rombaye, nacido en Bodo en 1933, causó sensación en 1980 con el relato de su encarcelamiento entre 1972 y 1975. Prisonnier de Tombalbaye es hoy imposible de encontrar, al igual que la novela Les Ombres de Koh, que publicó en 1983. En cambio, su tercer libro -Tchad: élections sous contrôle (1996-1997 )- sigue disponible en L'Harmattan, para los interesados en la trayectoria de este hombre que, a pesar de todo, siguió en la arena política e incluso se presentó a las elecciones presidenciales de 1996.

En la misma línea autobiográfica y publicado por la misma editorial, Tribulation d'un jeune Tchadien de Michel N'Gangbet Kosnaye (1938-1993) recuerda la infancia del autor en un país colonizado, y luego su militancia por la independencia a su llegada a Francia. Khayar Oumar Defallah, seis años menor que él, describe otro tipo de juventud en Fils de nomade : les mémoires du dromadaire (L'Harmattan), título que no olvida que el desierto es omnipresente en Chad. Zakaria Fadoul Khidir (1946-2019), por su parte, se situará en la intersección entre el relato de vida y la etnología: en Les Moments difficiles : dans les prisons d'Hissène Habré en 1989 (Sépia) compartirá sus experiencias y las de sus hermanos, que murieron en prisión, mientras que en Anthropologie des populations tchadiennes: les Béri du Tchad (L'Harmattan) o Violences et événements au Tchad (Les Impliqués) adoptará un enfoque más distanciado. El impulso de dar testimonio va seguido -o se añade- del impulso de imaginar, pero la ficción también se inspira en la realidad, a veces distorsionándola para denunciarla mejor. Maoundé Naïndouba se inspira en el drama del apartheid en Sudáfrica para su obra L'Étudiant de Soweto (El estudiante de Soweto), mientras que Mahamat Baba Moustapha también calienta los teatros con sus propias obras(Le Commandant Chaka, Le Maître des Djinns), algunas de las cuales evocan la dictadura sin ambages. Ganador del Gran Premio del CTI en 1979 con Makarie aux épines, murió prematuramente en París tres años más tarde, dejando tras de sí Le Souffle de l'harmattan, una novela sobre la amistad entre un musulmán y un cristiano en el contexto de la guerra civil, que sigue publicando Sépia.

Escribir a toda costa

En la línea novelística se embarca también uno de aquellos a quienes debemos la influencia de la literatura chadiana en la escena internacional actual. Noël Nétonon Ndjékéry, nacido el 25 de diciembre de 1956, creció en Moundou y más tarde se trasladó a Suiza. Después de Sang de kola, publicado por L'Harmattan en 1999, siguió publicando con editoriales de su país de adopción, Infolio primero con Chroniques tchadiennes en 2008 y Mosso en 2011, luego Hélice Hélas con Au petit bonheur la brousse en 2019 y sobre todo su magnum opus en 2022, Il n'y a pas d'arc-en-ciel au paradis. Publicada tras diez años de escritura, esta formidable novela oscila entre una utopía encantadora y la abrupta realidad de un país sometido a doscientos años de explotación humana, un hábil malabarismo para leer con los ojos cerrados, que fue coronado por el Grand prix littéraire d'Afrique noire y el Prix Hors concours. Mariam Mahamat Nour, que trabaja en política, ha publicado el primer volumen de sus memorias - Aljawhara: une fille du Sahel tchadien (L'Harmattan) - mientras que Marie-Christine Koundja compagina su trabajo de diplomática con su afición a la ficción: con Kam-Ndjaha, la dévoreuse, publicada por Menaibuc, se convirtió en la primera novelista de su país en los albores del nuevo milenio. Nómada impenitente, por elección y por necesidad, Koulsy Lamko es ecléctico en sus campos de investigación, pasando del teatro a la creación literaria, oficiando en el Centro Universitario de las Artes de la Universidad Nacional de Ruanda y en el Parlamento Internacional de Escritores de México. Su obra es como él, múltiple y abundante, con obras de teatro publicadas por Lansman(Tout bas... si bas, Comme des flèches) y varias novelas publicadas por diversas editoriales: Les Racines du yucca de Philippe Rey, La Phalène des collines de Serpent à plumes, Aurore de Bruit des autres... Por último, Nimrod Bena Djangrang, más conocido por su nombre de pila, está considerado como una de las puntas de lanza de esta literatura decididamente emergente. Galardonado con algunos de los premios más prestigiosos -que honran la memoria de Édouard Glissant, Apollinaire y Ahmadou-Kourouma-, es prolijo y se desenvuelve tanto en el arte poético(L'Enfant n'est pas mort publicado por Doucey, Petit éloge de la lumière nature publicado por Obsidiane, etc.) como en formatos más largos(La Traversée de Montparnasse y Le Temps liquide publicados por Gallimard, Gens de brume publicado por Actes Sud, etc.)

Después de él vino una generación impresionantemente numerosa, y aunque no siempre es fácil para estos jóvenes autores conseguir ser publicados por editoriales con una sólida reputación, algunos de ellos, sin embargo, hacen que sus textos sean accesibles en todo el mundo y, sobre todo, les permiten explorar todos los estilos. Entre ellos figuran Adji Moussa(DJ l'infiltré, L'Harmattan), Ahmat Zéïdane Bichara(Journal d'un réfugié politique, Au Bord de l'eau), Abakar Adam Abaye(Contes d'Afrique, Planète rebelle), Djiddi Ali Sougoudi(Le Petit prince des sables de l'Ennedi, L'Harmattan), el dibujante Adjim Danngar(Djarabane, Delcourt) y el dramaturgo Hervé Madjirébaye(Déportation rémunérée, L'Harmattan). Los autores nacidos en los años 90 son igualmente numerosos y prometedores, con Joslain Djéria, Youssouf Terri, Népidi Sonia Soulanoudjingar, Mona Kallimi Sougui, Baranang Ebert Don, Zina Abderahim, Abdelhamid Mahamat Saleh... sin duda a tener en cuenta en el futuro