Un carnaval típico
Además de la danza, el teatro y la música, que figuran entre las artes más importantes de Hungría, el país tiene también una tradición de marionetas y artes circenses, el más popular de los cuales es sin duda el carnaval Busò de Mohács, que se celebra a principios de primavera en la frontera entre Hungría, Croacia y Serbia. Durante seis días, los húngaros conocidos como los Busò cruzan el Danubio y desfilan por la ciudad, ataviados con grandes abrigos de lana y máscaras de madera. Desde 2009, esta tradición forma parte del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO.
La música clásica en el ADN del país
Aparte de la música sacra encarnada por el canto llano gregoriano en la Edad Media, que se practicaba ampliamente en Hungría, el patrimonio musical húngaro no surgió realmente hasta el siglo XIX. Las prácticas musicales folclóricas estaban presentes mucho antes que la música clásica, que no se desarrolló hasta ese momento, con la llegada de grandes músicos y compositores como Liszt, seguido en el siglo XX por Bartók, Kodály y Ligeti. Estos últimos se inspiraron y se convirtieron en embajadores de esta música tradicional, que ha sobrevivido a través de los tiempos y las crisis políticas, forjando la identidad de la cultura húngara. De hecho, Béla Bartók y Zoltán Kodály recogieron donaciones durante sus carreras para preservar ¡60.000 canciones folclóricas!
Este característico estilo húngaro se inspira en las danzas folclóricas interpretadas por orquestas gitanas. En Hungría, la música gitana, tradicional y clásica están íntimamente ligadas Estas danzas, que se interpretaban cuando se reclutaba a los soldados, se basaban en movimientos de grandes compositores europeos. Para conocerlas a fondo, le recomendamos visitar la Casa de la Música Húngara o el Museo Memorial y Centro de Investigación Franz Liszt, ambos en Budapest.
El folclore en la encrucijada de las culturas húngaras
La música tradicional húngara es una compleja mezcla de sonidos gitanos, influencias clásicas y elementos de la costumbre magiar. Los instrumentos predominantes son el violín, el cimbalom (una especie de cítara), la köcsögduda (percusión) y el acordeón. Se dice que esta música húngara, exclusiva de Hungría, existe desde hace varios siglos. Sus orígenes se remontan a las culturas de los Urales en el siglo VIII, lo que explica sus similitudes con la música asiática, en particular su uso de escalas pentatónicas. Esta música sigue interpretándose hoy en día en diversas ocasiones. Muchos grupos húngaros la actualizan incluyendo algunos sonidos eléctricos, pero conservando la esencia misma de la música húngara. Desde principios del siglo XX, el movimiento táncház, una especie de centro cultural para jóvenes, organizaba bailes donde podían aprender música y danza folclóricas, manteniendo así viva la tradición.
Las orquestas gitanas aparecieron en el siglo XV y tocaban su propia música, llamada Cigány Zenék. Al principio fueron ignoradas por los húngaros. Fue cuando los gitanos empezaron a servir a la música húngara cuando ambas tendencias estéticas se fusionaron.
Cultura de fiesta
Prohibida durante mucho tiempo por la política comunista, la música popular surgió con la caída del régimen de Europa del Este en los albores de la década de 1990. Desde entonces, en el país se tocan y escuchan diversas tendencias, como el rock, el pop y la música electrónica. Artistas internacionales acuden regularmente a actuar en la multitud de festivales, de los cuales el Festival Sziget es sin duda el más conocido. El certamen simboliza el viento de libertad que sopló en el país a principios de la década: Sziget fue fundado en 1993 por jóvenes estudiantes que necesitaban desconectar después del verano. Era una especie de "springbreak", como se conoce en Estados Unidos, que echó raíces en la isla de Óbudai, a orillas del Danubio. Hoy en día, el festival atrae a casi 60 nacionalidades diferentes, con unos 300.000 espectadores cada año. El segundo festival más conocido de Hungría es el VOLT, que se celebra en Sopron, en la frontera con Austria.
La música folclórica tiene una gran influencia en todas las demás formas musicales más contemporáneas que se tocan en Hungría. Es el caso del rap: tomemos el ejemplo de Joci Pápai, que fue enviado a defender a su país en Eurovisión en 2017 con el tema Origo, que presenta letras en húngaro con sonidos tradicionales. Las nuevas generaciones de raperos actuales se han hecho un nombre en pocos años y han atraído a un gran número de seguidores. Algunos apuntan al autoritarismo del gobierno. Majka, de gran éxito en Hungría, está acompañado en su movimiento de protesta por el más joven Azahriah, cuya carrera ha dado un giro internacional gracias a sus vídeos virales en Internet. Varios grupos de rap húngaros, la mayoría de ellos nacidos en Budapest, son ahora reconocidos en toda Europa del Este.
La música rock, por su parte, intentó abrirse paso antes en Hungría, en los años sesenta, a pesar del régimen comunista. El grupo Omega, probablemente el más conocido de la época, no se arriesgó a la censura y se labró una carrera en Alemania. En los años 80, los grupos empezaron a reafirmarse un poco más, ofreciendo rock teñido de música disco o folk para dar a conocer sus canciones desafiando a las autoridades. La oleada de punk y new wave de finales de la década sufrió numerosas detenciones, hasta que la caída del gobierno comunista permitió que el rock floreciera con más libertad en el país. El metal floreció en los años 2000-2010 con bandas como FreshFabrik, Blind Myself y Superbutt. Otros proyectos más singulares como Kispál és a Borz, Vágtázó Halottkémek, Pál Utcai Fiúk, Sexepil y Nulladik Változat consiguieron hacerse un hueco en la escena internacional. Después, a finales de la década de 2010, le llegó el turno a Amber Smith, que se hizo un nombre entre los aficionados al rock, justo antes del declive de este estilo en Hungría. Aún hoy, sin embargo, la escena rockera del país sigue siendo fuerte, con muchas bandas desarrollándose en circuitos más alternativos.
Danza tradicional, un ritual del pueblo
Conocidas como "danzas húngaras", las coreografías tradicionales que se originaron durante el Imperio Austrohúngaro y se siguen interpretando hoy en Hungría y los países vecinos adoptan formas muy diversas: algunas son rondas cantadas compuestas por chicas jóvenes, otras son solos masculinos y otras son danzas de pastores con trajes tradicionales. Las danzas húngaras más conocidas son sin duda las danzas de pareja, famosas por su tempo variable. Esta costumbre, conocida como csárdás, fue practicada primero por las clases medias altas y luego se extendió a las fiestas populares. Estas danzas inspiraron al compositor alemán Johannes Brahms para escribir su famosa pieza "Las danzas húngaras" para piano y orquesta sinfónica.
Naturalmente, las danzas húngaras se interpretan con música tradicional húngara, una mezcla de música gitana y clásica. Estos rituales culturales coreografiados siguen representándose en los pueblos húngaros y en el extranjero por conocidos grupos folclóricos.
Los grandes nombres de la danza contemporánea
Las primeras escuelas de danza moderna se fundaron en Hungría a principios del siglo XX. Varias grandes figuras, como la estadounidense Isadora Duncan, vinieron a enseñar sus métodos, impulsando así nuevas instituciones en el país. Pero el destino de la danza estaba ligado al de la música, y el impulso fue difícil de mantener a partir de los años treinta.
Desde la década de 1990, marcada por la liberación cultural que siguió a la caída del comunismo en Europa del Este, la danza ha vuelto a abrirse a nuevas formas. La danza contemporánea ha adquirido un papel importante en el país, dando rienda suelta a las compañías para crear piezas originales que evocan la historia de Hungría (sobre todo la Compañía de Danza Contemporánea de Szeged, dirigida por Tamás Juronics, pero también los bailarines József Trefeli y Gábor Varga), a menudo con referencias a la música y la danza tradicionales húngaras.
Un escenario teatral vinculado a la libertad de expresión
El teatro húngaro alcanzó su plenitud en el siglo XX. En el periodo de entreguerras se forjó una densa identidad teatral, aunque estrechamente ligada al ascenso del comunismo. Sin embargo, bajo presión, la programación siguió multiplicándose y fidelizando al público. En Budapest, el Királyi Színház (Teatro Real) y el Fővárosi Operettszínház (Teatro de Opereta de la Capital) fueron muy activos en esta época. Fuera de la capital, las compañías de teatro también eran numerosas: algunos directores y actores como Ödön Palasovszky, Ferenc Hont, Alice Madzsar y Magda Róna innovaron y ofrecieron un teatro vanguardista en su forma. A veces interviene el arte de la marioneta. Con especial énfasis en el movimiento y el gesto, ya fuera a través del teatro, el ballet, el folclore o la danza contemporánea, Hungría favoreció prácticas artísticas alejadas del texto, por miedo a molestar al régimen político en el poder.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, muchos teatros privados cerraron sus puertas, incapaces de ceder a las directrices culturales marcadas por el gobierno.
Tras la caída del Muro de Berlín, las cartas se barajaron de nuevo. Surgieron nuevas compañías y nuevas salas, y la creación volvió a ocupar un lugar central en el teatro, al igual que el texto. Algunas obras mezclan tradiciones que siguen muy presentes en el patrimonio de autores y directores. Entre ellos, por ejemplo, el director István Tasnádi toma prestadas las tradiciones del cabaret clásico húngaro y las convierte en absurdas. Otros dramaturgos como Kornél Hamvai, Lazslo Darvasi, Katalin Thuroczy y Pal Békés aportan nuevas estéticas, nuevas formas de escribir y una visión crítica y artística de su país, haciendo del teatro húngaro un género múltiple y singular.