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Tortue à Boa Vista © Manuel Ocen - Shutterstock.com .jpg

Una flora compuesta por 755 especies

Aunque el verde domina algunas islas durante la estación lluviosa, el ecosistema de Cabo Verde probablemente nunca fue tropical ni estuvo cubierto de exuberante vegetación, a pesar de su nombre. La escasez de documentos antiguos hace que sepamos poco sobre la flora de la región antes de la llegada del hombre. En aquella época, las laderas más bajas estaban cubiertas de hierba y carecían de árboles o de vegetación baja salpicada de árboles tipo sabana. Las plantas autóctonas están adaptadas a la sequía, tienen hojas pequeñas y se han vuelto más robustas frente a los fuertes vientos. En los últimos 500 años se han introducido plantas de todo el mundo y se ha intentado aclimatarlas. Pero muchos árboles han sido talados para dejar sitio a las tierras de cultivo. El ganado liberado en la naturaleza y las malas técnicas agrícolas han erradicado la mayor parte de la vegetación original. El resultado es que, de las 600 especies de plantas que crecen aquí, sólo una cuarta parte son naturales del archipiélago. Hay unas 200 especies de plantas importadas por los navegantes portugueses de Europa, África y Brasil: mandioca, maíz, batata, café, vid, caña de azúcar, plátano, ricino, guanábana, papaya, mango, cocoteros de la India y sisal, más conocido como carrapato, cuya fibra se utiliza para fabricar cuerdas.

Dracaena y plantas endémicas

Muchas plantas sólo existen en suelo caboverdiano. Entre las especies endémicas figura el majestuoso drago verde azulado, que desapareció tan rápidamente pero aún puede verse en la isla salvaje de São Nicolau. Algunos creen que su savia, conocida como "sangre de dragón", tiene poderes curativos. Las palmeras tamariscas, conocidas localmente como tamandaré, son árboles que resisten bien las condiciones climáticas costeras específicas del archipiélago. Aún sobreviven en su estado original y llenan las lagunas y los profundos desiertos de Boa Vista. Losna en criollo, una variedad de artemisia, prima del ajenjo, se recolecta a gran altitud en zonas semiáridas y se utiliza para hacer tisanas con propiedades antipalúdicas. Las campanillas florecen durante todo el año en el sotobosque o cerca de las levadas. El espino blanco (Acacia albida) llegó a ocupar grandes extensiones en el suroeste, y su desaparición fue compensada a finales del siglo pasado por la Acacia prosopis. Los árboles de marmulano, o palo de hierro, fueron antaño muy comunes en las islas, pero se recolectaban para el curtido de pieles. Hoy en día, hay que subir a lo alto de los valles para alcanzarlos, pero aún pueden verse en Ribeira de Penede, en Santo Antão. La figueira, o Ficus Sycomorus, aún se encuentra en humedales y laderas escarpadas, y ha dado nombre a varias localidades: Figueras, Figueral, Figeuria... Su madera se ha utilizado mucho para construir casas o hacer mortero. Por último, contra todo pronóstico, las islas albergan setas endémicas que crecen en zonas húmedas. Se trata de boletes y psalliotes, pero no forman parte de los hábitos alimenticios de los isleños. La palha d'agua es muy común en las ribeiras, y se utiliza como forraje y a veces para cestería ligera.

Brava, la isla de las mil flores

A diferencia de sus islas hermanas, la exuberante isla Brava posee un encanto bucólico propio. Por todas partes, las lantanas cubren el suelo con sus campanillas naranjas, y los agaves, licanderas, jazmines y buganvillas responden en tonos morados y blancos. El hibisco rey florece en abundancia, tanto en estado salvaje como en jardines privados donde forma setos. Varias especies son muy comunes, pero la variedad sabdarifa se utiliza para preparar una bebida de color rojo bermellón llena de antioxidantes que se consume mucho en Senegal con el nombre de bissap.

Una parada para las aves migratorias

Hay unas 130 especies de aves migratorias para las que el archipiélago es una importante escala en su largo viaje. Unas cuarenta de ellas utilizan las islas para anidar. El país alberga 4 especies de aves marinas en peligro de extinción: la fragata soberbia, el piquero pardo, la pardela de Cabo Verde, llamada cagara en criollo, y el rabo de junco o ave tropical de pico rojo, reconocible por sus plumas de la cola muy alargadas.

Los primates ya están protegidos

En la actualidad, los monos verdes, conocidos localmente como makok, aún se encuentran en grupos libres en las islas Brava y Santiago, pero su número ha disminuido considerablemente. En el siglo XVI se informó de que eran demasiado numerosos, y se cree que debieron ser introducidos en las islas por los primeros navegantes después de 1460. El poco espacio que les queda y la naturaleza árida de la zona hacen que se vean obligados a acercarse a las granjas en busca de comida, por lo que son considerados una molestia por los agricultores. Si se cruza con uno por el camino, debe acercarse con mucha precaución, teniendo en cuenta que es un animal salvaje capaz de fuertes mordeduras. Un francés ha creado un refugio con el doble objetivo de evitar la extinción de estos primates y convertirlos en una atracción turística.
Aunque esté en África, no se topará con ningún mamífero feroz, ¡ni mucho menos! En cambio, las islas albergan una plétora de animales domésticos, como burros y caballos, introducidos por los portugueses. No hay serpientes en el archipiélago, un hecho que no disgustará a los excursionistas. Sin embargo, proliferan algunos insectos: mosquitos, miriápodos comunes... y en los últimos años, las langostas han devastado las cosechas. Cuidado con la temida escolopendra, cuya venenosa picadura provoca fuertes dolores.

Una fauna marina para observar

Según el WWF, las aguas de Cabo Verde son especialmente ricas debido a las perfectas condiciones del fondo marino, y se desconoce su verdadero potencial en términos de vida marina. El mar está lleno de corales, placas, pináculos y ofrece hábitats buscados por especies de todas las profundidades. Según un estudio, el archipiélago es uno de los 10 países con el coral mejor conservado del planeta.
Hasta la fecha, los científicos han identificado 639 especies de peces en el Atlántico, entre ellas mantarrayas y morenas. En el plato, la población es aficionada a la garupa (mero), que se encuentra a menudo en el menú, o a las badèches, besugos, peces espada, sin olvidar la langosta. Los tiburones ballena, tigre y limón pueden verse (preferiblemente de lejos, aunque no son asesinos) en las excursiones en barco. Entre febrero y mayo, las aguas albergan cinco tipos de ballenas jorobadas, cachalotes y 14 representantes de la familia Delphinidae. Las ballenas jorobadas han elegido Cabo Verde como lugar de cría. Estas impresionantes criaturas pueden alcanzar los diez metros de longitud y pesar hasta treinta toneladas. Eche un vistazo al océano cuando esté en su barco: le aguardan maravillosas sorpresas. Y disfrute de las inmersiones para acercarse a los peces tropicales multicolores, los peces cirujano y los peces trompeta.

La tortuga, símbolo de Cabo Verde

Cinco especies de tortugas frecuentan las aguas caboverdianas, entre ellas la famosa tortuga boba(Caretta caretta), que puede pesar hasta 150 kg. Los estudios han demostrado que Cabo Verde es un lugar crucial para esta especie, ya que su población es latercera mayor del mundo después de las de Florida y el Sultanato de Omán. Se cree que unas 3.000 tortugas crían aquí, en Boa Vista, Maio y Sal. La tortuga carey(Eretmochelys imbricata) es una especie especialmente amenazada por su caparazón, muy codiciado para la artesanía. La tortuga verde y la tortuga olivácea(Lepidochelys olivacea) suelen encontrarse en bahías poco profundas donde buscan su alimento, que consiste en algas.
Aunque el Gobierno y las asociaciones son muy activos a la hora de tomar medidas para proteger este patrimonio marino, siguen existiendo varias amenazas. Además de la contaminación por plásticos, están los métodos destructivos utilizados por los pescadores. Otra es el desarrollo costero: la mayor parte del hábitat y las zonas de anidamiento de las tortugas a lo largo de la costa están precisamente donde se proyectan puertos deportivos y hoteles. El tercero, y no menos importante, es la caza. Ésta se remonta a 1479, cuando el explorador Eustache Delafosse presenció un curioso espectáculo al observar que la lepra se trataba localmente siguiendo una dieta a base de grasa de tortuga y frotando las zonas afectadas con la sangre del animal. El rey Luis XI, creyéndose enfermo, llegó a enviar a su representante oficial para investigar esta cura milagrosa. Hoy en día se sigue cazando, a veces por su carne o sus huevos, o incluso por su sangre, que, añadida al vino, se considera un tónico tradicional.
Puede que tenga la suerte de ver a las aves anidando al atardecer o en plena noche. No los moleste ... y asistirá a un espectáculo memorable: los quelonios cavan un agujero en la arena, ponen un gran número de huevos blancos muy frágiles, rellenan el nido con sus ágiles patas y regresan al mar una vez terminado el trabajo. El periodo de incubación dura dos meses. Afortunadamente, las ONG y otros programas de conservación están ahí para garantizar que los recién nacidos (conocidos como escurridizos) puedan dar sus primeros pasos en buenas condiciones. Ni que decir tiene que la puesta de huevos es crucial para la conservación de las especies.