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La poesía en el corazón

La ciudad del desierto es como un espejismo. Si el visitante se fija sólo en lo que tiene delante de los ojos, le resultará difícil imaginar que hace sólo unas décadas Dubai no era más que un pueblo de pescadores de perlas, una imagen que el veneciano Gaspero Balbi ya evocaba en el siglo XVI en el relato de su viaje oriental. El territorio, más bien inhóspito, habría acogido a tribus huidas. Se dice que la literatura de la época se basaba en la tradición oral, a veces al son de tambores, y que servía de consuelo a pescadores y camelleros. Así, la región fue la cuna de la poesía nabati, legado de los beduinos de la península arábiga y mencionada, quizá por primera vez, por el erudito Ibn Jaldún en Al Muqaddimah.

En un lenguaje inteligible para todos, sencillo y claro más que formal y clásico, se contaban historias caballerescas que abogaban por la solidaridad, el amor al clan y al desierto. Es a uno de los poetas nabateos más famosos, Mubarak Al Oqaili, nacido en Arabia Saudí pero emigrado a Dubai a finales del siglo XIX, a quien podemos rendir homenaje en el barrio de Deira, donde aún puede verse la casa que mandó construir en 1923. Una visita a esta joya del patrimonio ofrecerá sin duda otra faceta, mucho menos esperada, de la ciudad.

La tagrooda es una forma de poesía cantada beduina. Está inscrita en la lista de bienes culturales inmateriales de la UNESCO. Consiste en poemas de 7 versos o menos que repiten en eco dos grupos de hombres. Se cantaban durante las travesías en camello para animar a los hombres, pero también a los animales. Normalmente, la primera estrofa la canta el líder del grupo y la repite el resto de la tropa. Son mensajes a los seres queridos, a los camellos, a los jefes tribales. Desde entonces, estos legados se han registrado y catalogado, ya que son un testimonio de hechos históricos.

Hoy en día, Dubai, al igual que su hermano mayor Abu Dhabi, asiste a un renacimiento del interés por este género literario, que se ha convertido incluso en objeto de concursos televisados. El jeque Mohammed Al Maktoum, emir con importantes funciones políticas nacido en Dubai en 1949, lo practica desde su adolescencia, al tiempo que practicaba la poesía árabe de carácter más clásico. En 1998 creó una fundación llamada Fundación Mohammed bin Rashid para el Conocimiento, cuya misión es promover la cultura y los conocimientos locales entre visitantes y nativos.

Otro nombre, otra fama, la de Jalid Albudoor, que nació en el corazón del Emirato en abril de 1961 y empezó a publicar en 1980. Con sencillez, para llegar a todas las almas, su poesía está dedicada a los actos de la vida cotidiana, que sin embargo están adornados con una pizca de espiritualidad. Figura pública -fue presentador de radio y televisión, así como director de documentales-, en 1991 recibió en Líbano el premio Youssef Al Khal. Sus principales colecciones, Night y Jabr Wa Ghazal, publicadas en 1992 y 1999 respectivamente, desgraciadamente aún no están disponibles en nuestro idioma. Khalid Albudoor también ha contribuido a la conservación del patrimonio cultural de su país publicando una antología en cinco volúmenes de poemas nabati y recopilando cuentos y canciones populares.

Por último, un joven poeta, nacido en 1977, simboliza Dubai en su multiplicidad étnica, ya que Walid Amri decidió abandonar Túnez para venir a trabajar al Emirato, donde se incorporó a un banco privado. Además de su talento para la pintura, que ha demostrado exponiendo en prestigiosas galerías americanas, ha desarrollado un talento para la escritura, que ahora publica en francés L'Harmattan. Sus Poèmes fractals, publicados en septiembre de 2016, se presentan como un "ensayo de física poética, un vademécum de química mística".

Producción editorial

Aunque la poesía es intrínseca al alma de Dubai, y más ampliamente a la del Golfo, otros géneros literarios sólo hicieron realmente su aparición y encontraron su público a principios del siglo XX, sin duda gracias al Premio Nobel de Literatura concedido al escritor egipcio Naguib Mahfouz (1911-2006) en 1988. Hoy en día, pocos autores siguen escribiendo en prosa, pero Mohammad Al Murr, nacido en Dubai en 1955, ha publicado una quincena de colecciones de cuentos, y ha tenido especial éxito con El guiño de un ojo y Corazón sangrante. En la esfera pública, también ha dirigido el Consejo Cultural de Dubai, fusionado con la Autoridad de Cultura y Artes de Dubai, y ha sido jurado del Premio Internacional de Narrativa Árabe en 2009.

Si los autores siguen siendo tímidos, o si su reputación tiene dificultades para traspasar las fronteras, aunque sean digitales, se creó no obstante en 1984 una Unión de Escritores Emiratíes que cuenta con algunos centenares de miembros, una decena más cada año, una evolución bastante lenta que debe compararse con la creación en 2009 de la Asociación de Editores de los Emiratos Árabes Unidos. Por el momento, la producción local se centra en la literatura infantil, y rara vez se traducen autores al inglés, pero esta perspectiva se está beneficiando de un importante crecimiento y, por tanto, de una tendencia a abrirse a otras perspectivas.

Sin embargo, el sector editorial va cada vez mejor, animado por el gran número de traducciones de libros extranjeros al árabe. A modo de ejemplo, hay que saludar la iniciativa Tarjem, apoyada por la Fundación Mohammed bin Rashid, que en 2008 permitió financiar 1.000 proyectos en este sentido, dejando la puerta abierta a best-sellers escritos en distintas lenguas. Cabe señalar que también gracias a este patrocinio se ha publicado una Enciclopedia de la Narración Árabe, una primicia que permite al lector captar toda la riqueza de una cultura demasiado a menudo ignorada.

Otro vector de apertura es, por supuesto, la organización de festividades literarias que acogen a actores internacionales del mundo del libro, siguiendo el ejemplo del Emirates Airlines Festival of Literature que, en su primera edición, acogió a 65 escritores de todos los horizontes y cada año tiene más éxito. Con mayor regularidad, organismos como el Instituto Francés acogen a escritores en residencia y organizan encuentros, sobre todo con estudiantes de Dubai. Por último, como muestra de que los centros comerciales no son incompatibles con la cultura, el Dubai Mall alberga la inmensa librería Kinokuniya, donde se pueden encontrar libros de todo el mundo. Los francófonos, por su parte, estarán encantados de saber que en la plaza Al Nasr, no lejos de la Alianza Francesa, hay una librería francesa, Culture & Co, que cuenta con una buena selección de libros en francés. Una dirección a tener en cuenta en caso de urgencia