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La llegada de los hippies a Formentera

Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo se fue reconstruyendo poco a poco. La creatividad y la libertad son valores que cobran importancia, hasta el punto de que muchos artistas ya acostumbrados a las islas vuelven a acudir a ellas. Pronto se les unieron jóvenes europeos y estadounidenses que habían huido de Vietnam, todos ellos más o menos seguidores del naciente movimiento hippy. Para estas almas enamoradas de la libertad y la paz, con una sana relación con la naturaleza, las Pityuses ofrecen todos los ingredientes para la felicidad. Tanto es así que a principios de los años 60 se formó rápidamente una comunidad hippie en el lado de La Mola.
Si San Francisco se considera la cuna del movimiento, Londres, Ámsterdam, Nepal y la India son también importantes centros de esta cultura emergente. Lo que Formentera ofrecía a los hippies era un contacto directo y sencillo con la naturaleza, un clima suave y un territorio aún no tocado por el turismo de masas. Los isleños recibieron a esta nueva y un poco excéntrica población con curiosidad y amabilidad, llamándolos "peluts" ("peludos" en catalán) por su pelo desgreñado. La convivencia fue bastante buena. Durante esta época dorada de los hippies en las Pitiusas (1965-1975), pensadores, artistas, idealistas y gentiles soñadores que regresaban a la tierra contribuyeron a popularizar las islas. Entre los visitantes más famosos de la Formentera hippie se encuentran Bob Dylan, Nico (cantante de The Velvet Underground), David Gilmour (cantante y guitarrista de Pink Floyd) y los miembros de la banda británica King Crimson, que grabaron un álbum en la isla (incluyendo la canción Formentera Lady).

Una convivencia idealizada

Los habitantes de Formentera veían con diversión estos "peluts" como originales inofensivos, lo que no era del agrado del régimen nacionalista vigente. Éste constató la complicidad, cuando no la simpatía, de una parte importante de la población de Formentera hacia los hippies. Esta tolerancia amenazaba con extenderse al resto de las islas, y luego a la península, manchando la imagen de España con un aspecto de pobreza y decadencia, y los mandos del régimen decidieron tomar medidas.
Fue un artículo publicado en el diario ABC el 27 de agosto de 1969, cuya publicación fue dirigida en parte por la Dirección General de Seguridad (una de las principales herramientas de represión del régimen franquista), lo que desencadenó el incendio. Describe una reunión de hippies en una cueva en una noche de luna llena. El artículo, elocuente y caricaturesco, relata un "espectáculo dantesco": "cientos de jóvenes totalmente desnudos (y) presos de los efectos de la droga" estaban sentados "alrededor de una calavera" que habían obtenido "profanando un cementerio". El artículo afirma que la hija menor de edad de un diplomático había asistido a la reunión. Esto es todo lo que se necesita para ultrajar la autoestima del público. El movimiento hippie está corrompiendo la moral de la juventud española.
Unos días antes de que se publicara el artículo, Antoni Serra Torres, alcalde de la isla (desde 1938), habría enviado una carta al gobierno central pidiéndole que actuara. La carta afirmaba que los hippies llevaban una "vida licenciosa y descontrolada", saqueaban fruta y se comportaban de forma extravagante y antisocial, poniendo en peligro el patrimonio de la juventud de la isla. Otra carta, esta vez firmada por unos 200 jefes de familia de la isla, se presentó al consejo municipal unos días después. Esta carta exigía que se impidiera legalmente la entrada a la isla de estos jóvenes que practican el nudismo y el amor libre. Según las estadísticas de la época, había unos 700 hippies en 1968 y 1.300 en 1969, sobre una población de algo más de 3.000 personas.

Represión hippie

El sociólogo español Carlos Gil fue el primero en constatar en 1971 la participación activa de los habitantes de Formentera en la represión del movimiento hippy. Se formaron grupos de ciudadanos que recorrieron el territorio de Formentera, dando caza a todos los que dormían en la maleza y en las playas. Estas expediciones punitivas, que tienen lugar por la noche o al amanecer, son realizadas por grupos de 5 a 8 personas acompañadas por un guardia civil, pero no son violentas. Conscientes de que los hippies no son violentos, los grupos no van armados. Más bien, su objetivo es conducirlos al cuartel de la Guardia Civil y luego expulsarlos de la isla. Legalmente, estas expulsiones se basan en una intensificación de la llamada ley de "vagos y maleantes", también conocida como "La Gandula", que data de 1933. Legalizó la represión de vagabundos, nómadas, mendigos y cualquier otra persona con una actitud considerada antisocial, y que Franco extendió a los homosexuales. Las expulsiones se aceleraron, llegando a 3.000 en 1970 en el conjunto de los Pityuses. También se intensificaron los controles marítimos, reduciendo el número de nuevas llegadas de hippies a Formentera en el verano de 1971. Poco a poco, los hippies que permanecieron en la isla abandonaron la resistencia pasiva y empezaron a adoptar una posición más activa e integrada en la economía de la isla.

Lo que queda de los hippies

A finales de los 70 y principios de los 80, el turismo fue ganando terreno, diluyendo el auténtico espíritu hippy de los primeros tiempos... Hoy en día, se mantiene un cierto ambiente bohemio de esta época, con fiestas Flower Power, mercadillos hippies y la autorización del nudismo en todas las playas de la isla. En 2016, se inauguró en la Marina d'Eivissa una escultura de bronce de un hippie y su hijo (inspirada en una famosa fotografía de la época) como homenaje a este episodio fundamental en la historia de las Pityuses.
En otro registro, se atribuye a los hippies la presencia actual de una planta en Formentera. Se trata de una planta alucinógena llamada Peganum Harmala, apodada la ayahuasca europea. El hecho de que esta planta no se encuentre en ninguna otra isla balear, unido a que tiene efectos psicodélicos, lleva a concluir que fue introducida por los hippies para su propio consumo.