MONASTERIO DE LOS CUARENTA MÁRTIRES DE SEBASTE
En ruinas, pero con hermosas vistas sobre la bahía. Este monasterio ortodoxo, fundado en el siglo VI, da nombre a Saranda («cuarenta» en griego).
Este monasterio ortodoxo fundado en el siglo VI (Manastiri i Dyzetë Shenjtorëve) se encuentra en ruinas. Está situado en la cima de una colina a 210 m sobre el nivel del mar y ofrece espléndidas vistas de la bahía de Saranda. Ocupa, sobre todo, un lugar importante en la historia de la ciudad, aunque solo sea porque le da su nombre. En griego, el monasterio se llama Iera Moni ton Agion Saranda Martyron, «Monasterio de los Santos Cuarenta Mártires». Hacia el siglo IX, la ciudad adoptó el nombre griego de Άγιοι Σαράντα/Agi Saranda, es decir, los «Cuarenta Santos», más tarde simplificado en albanés a «Saranda». Durante diez siglos, este monasterio fue el lugar de peregrinación cristiana más importante del mar Jónico. Albergaba las reliquias de los cuarenta mártires de Sebaste, legionarios romanos cristianos que se negaron a renunciar a su fe y que fueron condenados a muerte en marzo del año 320 y abandonados a su suerte en el lago helado de Sebaste (hoy Sivas, en Turquía). Este episodio, hoy algo olvidado, marca sin embargo un punto de inflexión en la historia del cristianismo.
Fuente subterránea y milagrosa. La matanza de los cuarenta legionarios tuvo lugar mientras el Imperio romano estaba gobernado por varios emperadores. La ejecución fue ordenada por el coemperador Licinio. Esto sirvió de pretexto al coemperador Constantino para hacerse pasar por el defensor de los cristianos y eliminar a su rival. En el proceso, Constantino consiguió la reunificación del imperio, trasladó la capital a Bizancio y fue el primer emperador que se convirtió al cristianismo. Por ello, este monasterio desempeñó un papel muy importante en la cosmovisión de los cristianos de la Edad Media. La gente venía de todas partes para rezar en las cuarenta criptas, cada una dedicada a uno de los cuarenta mártires. El complejo fue saqueado y empezó a decaer tras la llegada de los otomanos en el siglo XV. Sin embargo, tuvo una segunda vida en el siglo XVIII, antes de sufrir graves daños cuando se convirtió en cuartel durante el periodo comunista. Hoy en día, poco queda del vasto complejo. Pero los muros de la que fue la mayor basílica de Albania han resistido bien, una de las seis naves conserva incluso restos de frescos del siglo VI. Se puede acceder a las magníficas bóvedas de los pasillos subterráneos que prestaban servicio a las cuarenta criptas. Observe también los restos de un pozo, en la superficie, donde los peregrinos acudían a beber un agua supuestamente milagrosa.