NEAK PEAN
Pequeño templo construido por Jayavarman VII en el siglo con un baray seco. Los estanques se llenan de agua al final de la temporada de lluvias.
Construido por Jayavarman VII a mediados del siglo XII, este pequeño templo estuvo en su día en el centro del baray Jayatataka, entonces unido al complejo Preah Khan. El baray, ahora casi seco, parece un pantano con sus aguas estancadas poco profundas y la proliferación de la vegetación. Los agricultores de la región vienen aquí a abrevar sus búfalos. Neak Pean significa "el templo de los Naga enredados". En el centro de este complejo había cuatro cuencas, dispuestas alrededor de una cuenca central y comunicadas entre sí por canales que terminaban en gárgolas situadas en pequeñas capillas (norte: elefante, este: hombre, sur: león, oeste: caballo). Henri Marchal lo despejó a principios de los años 20. Hasta 1935, el templo central estaba totalmente cubierto por un enorme ficus. Fue una tormenta la que lo derribó, destruyendo el conjunto. M. Glaize procedió entonces a una anastilosis completa, devolviendo al edificio su aspecto arquitectónico original, ya que el templo había sido modificado en un momento posterior a su construcción. Saliendo de la cuenca, se pudo identificar una escultura que representa un racimo humano colgado de un caballo; es el Bodhisattva metamorfoseado que rapta, para salvarlos, a unos desafortunados náufragos varados en una isla habitada por horribles demonios femeninos. Algunos historiadores creen que el templo representa a Anavatapta, un mítico lago del Himalaya que se supone que cura todas las enfermedades. Neak Pean está en su máximo esplendor al final de la temporada de lluvias, cuando las piscinas están llenas de agua.
Tout autour, splendide végétation sous un ciel changeant qui transporte complètement "ailleurs" , comme dans un monde parallèle.
Une fois arrivé aux bassins, l'enchantement ne nous quitte pas car
rien n'est imposant. Au centre du bassin principal, 'l'île" circulaire entourée de 2 "naga" aux queues entremêlées paraît presque fugitive...
Le lieu est très calme, apaisant, on n'a pas envie d'en partir.
On imagine bien ces princesses qui venaient y déposer leurs ors et encens.